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Guía para el Jefe de Tropa, Baden-Powell

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PARTE II:  DE SCOUT A CIUDADANO

1-Carácter
2-Salud y vigor
3-Artes manuales y destreza
4-Servicio al prójimo
5-Resumiendo



El Código de Honor del caballero medieval es el que rige al caballero de hoy.

1-CARÁCTER 

El florecimiento de una nación se debe no tanto a la potencia de sus armamentos cuanto a la firmeza del carácter de sus hijos.

"Para el éxito en la vida, el carácter es más esencial que la erudición."

El carácter es de valor fundamental tanto para una nación, como para un individuo. Y siendo lo que señala la carrera de un hombre, hay que desarrollarlo desde una edad temprana, cuando es todavía un muchacho de mente perceptiva. El carácter no puede ser imbuido en el muchacho. Él lo posee en embrión, pero es necesario hacer que se manifieste para cultivarlo. ¿De qué manera?

El carácter es generalmente hijo del medio ambiente. Por ejemplo: tómese dos muchachos, gemelos, si se quiere. Enséñeseles las mismas lecciones en la escuela, pero poniéndolos en ambientes diferentes, distintos compañeros y hogares, fuera de la escuela. Colóquese a uno bajo el cuidado de una madre bondadosa y alentadora, entre limpios compañeros de juego, justos y sinceros, donde se confíe en su honor para el cumplimiento de sus deberes. Y déjese al otro holgazanear en un hogar sucio, entre compañeros mal hablados, pillos y díscolos. ¿Será posible que éste último crezca con la misma firmeza de carácter que su hermano?

Millares de muchachos se pierden diariamente porque se les deja crecer sin educarles el carácter, convirtiéndose en despilfarradores, en piltrafas humanas y en pesadilla y peligro para la sociedad.

Podrían haberse salvado con sólo haberles proporcionado ambiente sano en sus primeros años, cuando sus mentes pasaban por el estado perceptivo. Y hay muchos miliares de otros que no descendieron a tal bajo nivel, (hay escorias en todas las clases sociales) pero que habrían sido hombres mucho mejores y más útiles, si a tiempo se les hubiera cultivado el carácter.

Aquí es donde reside el principal objetivo del Escultismo: educar, no instruir; pero hay que tener presente: educar en el sentido de hacer que el muchacho aprenda por sí mismo y de su propia espontaneidad las cosas que tienden a desarrollar y a templar su carácter.

La Tropa no debe exceder de 32 scouts

Es preferible que el número de muchachos que compongan una Tropa no pase de treinta y dos. Sugiero esta cifra porque al adiestrarlos he descubierto que dieciséis es el mayor número de muchachos que he podido dirigir con éxito, en la empresa de hacer que revelen y afirmen su carácter. Concedo a otros mentores doble capacidad que la mía, y de ahí que duplique el número haciéndolo llegar a treinta y dos.

He oído a algunos decir que han tenido a su cargo buenas tropas compuestas de sesenta y hasta de cien muchachos; y sus jefes me refieren que han resultado ser tan buenas como los grupos menos numerosos. Me he "admirado" de eso (pero admiración en el sentido literal significa "sorpresa") y no les he creído.

Me preguntan que ¿para qué preocuparse por el adiestramiento individual? Pues porque creo que es la única manera de educar. Se puede instruir a un gran número de muchachos, hasta un millar a la vez, con sólo poseer una voz estentórea y un método agradable de disciplina. Pero eso no es adiestramiento y mucho menos educación.

La educación es lo que cuenta en el desarrollo del carácter y en la formación de hombres.

Cuando se infunde en el individuo el incentivo de la propia perfección, hace brotar en él sus energías latentes, en la esfera que más acomode a su temperamento y habilidades.

No se obtiene el más pequeño resultado enseñando la Ley Scout o imponiéndola como órdenes a un crecido grupo de muchachos. Cada mente requiere una exposición especial de sus principios y el estimulo de ambición para aceptarlos.

Ahí es donde se revela la personalidad y habilidad del Jefe de Tropa.

En vista de ello consideremos unas pocas cualidades morales y mentales que contribuyen a formar el carácter; y después veamos la forma en que el Jefe de Tropa puede conseguir que el muchacho las desarrolle por si mismo mediante la práctica del Escultismo.

Caballerosidad y probidad

El Código de Honor de los caballeros medievales fué la base de las normas de conducta de todos los caballeros desde 500 años. D. J., cuando el Rey Arturo redactó en la Tabla Redonda el canon de sus caballeros.

El romanticismo de los caballeros atrae a todo muchacho y estimula su sentido moral. Su Código de Caballerosidad abarca el honor, auto disciplina, cortesía, valor, abnegación en el cumplimiento del deber y orientación religiosa.

Estas normas, según fueron publicadas en tiempos de Enrique VII, son las siguientes:
1. Nunca deberán quitarse sus armaduras, excepto para dormir;
2. Buscarán la aventura para alcanzar "brillo y renombre";
3. Defenderán al débil y al desvalido;
4. En una querella, apoyarán al que tenga la razón y solicite ayuda;
5. No deberán ofenderse entre sí;
6. Lucharán por la defensa y bienestar de su país;
7. Trabajarán por honor antes que por lucro;
8. No romperán nunca una promesa por ninguna razon;
9. Se sacrificarán por el honor de su patria;
10. "Preferirán morir con honor a escaparse y vivir en la infamia."

El ideal de los caballeros y el principio de rectitud en las acciones son, por sobre todo, lo primero que debe inculcarse en los muchachos para guiarlos por el limpio sendero de la justicia que debe formar parte de su carácter, si es que desean llegar a ser buenos ciudadanos.

El hábito de ver las cosas desde el punto de vista de otro puede desarrollarse en los juegos al aire libre, para los cuales es esencial la imparcialidad. Durante el juego se observan reglas estrictas que implican dominio de sí mismo y buen humor de parte de los jugadores, y al fin de la justa, lo correcto es que el victorioso muestre hidalguía hacia el vencido, y que éste sea el primero en felicitar al vencedor.

Esto debería practicarse hasta convertirlo en hábito.

Otra gran ayuda, para fomentar entre los muchachos el sentido de la justicia, es la práctica de debates sobre asuntos que les interesen y en los cuales dos bandos argumenten, lo cual sirve para hacerles comprender que todo asunto importante tiene dos aspectos, y que no hay que dejarse llevar por la elocuencia de un orador antes de haber oído la contraparte, para entonces pesar la justicia que asiste a ambos litigantes antes de dictar el fallo.

Una medida práctica para garantizar esto es que la votación no se haga levantando las manos, porque los muchachos timoratos o desatentos votan siguiendo a la mayoría. Cada cual debe entregar su voto ("Si" o "No") anotado en una hoja de papel. Esto da al muchacho ocasión de juzgar, con su propio criterio, después de aquilatar ambos aspectos del asunto.

De la misma manera, los juicios ficticios o el arbitraje de litigios, si se efectúan seriamente siguiendo las prácticas de un tribunal auténtico, son de gran valor para dar a los muchachos la idea de justicia y rectitud en sus acciones, y también proporcionarles nociones de su proceder cuando más tarde puedan llegar a ser jurados o testigos de algún juicio verdadero. La Corte de Honor de la Tropa es otro paso encaminado hacia ese fin y teniendo a los muchachos como miembros de ella (una responsabilidad real) la seriedad de sus puntos de vista se arraiga más profundamente en ellos, fomentándoles el deseo de analizar cuidadosamente la decisión que deben tomar en un argumento.

Así es como, usando su juicio con el fin de enseñar rectitud, abnegación y sentido de obligación para con los demás, el Jefe de Tropa puede aprovechar grandes oportunidades para educar a sus muchachos, ya sea bajo techo o al aire libre.

A pesar de que sólo la he abordado someramente, creo que -de todas las materias que nos ocupan- ésta es la más importante para formar hombres con criterio propio y alto sentido de ciudadanía.

Disciplina

Para que una nación prospere debe tener disciplina, y ésta sólo se consigue en las masas disciplinando al individuo. Con ello quiero significar obediencia a la autoridad y a los otros dictados del deber.

Esto no puede lograrse con medidas represivas, sino fomentando y educando al muchacho primero en la autodisciplina y en el renunciamiento de sus propios placeres en beneficio de los demás. Esta enseñanza tiene una gran eficacia mediante el ejemplo, señalando obligaciones al muchacho y esperando de él que sea digno de confianza.

El Sistema de patrullas impone una gran obligación a sus jefes haciéndolos responsables de todo lo que sucede entre los scouts que dirigen.

En 1596, Sir Henry Knyvett hizo ver a la reina Isabel que el Estado que descuida la instrucción y disciplina de la juventud no solamente forma malos soldados y marinos, sino que produce el mal mucho mayor de que sus ciudadanos sean igualmente malos en la vida civil, o, según sus propias palabras: "La falta de una verdadera disciplina hace que las riquezas del príncipe y del país se dilapiden frívola y lamentablemente."

El orden y la disciplina no se consiguen castigando al niño por un mal hábito, sino proporcionándole una ocupación mejor que absorba su atención y gradualmente lo haga olvidar y abandonar la mala costumbre.

El Jefe de Tropa debe imponer rápida y rígidamente la disciplina aún en sus mínimos detalles. Déjese a los muchachos en entera libertad sólo cuando se crea conveniente darles rienda suelta, lo cual de vez en cuando es provechoso.

Concepto del Honor

La Ley Scout es la base sobre la cual descansa toda la educación del Escultismo.

Todas sus cláusulas deben explicarse clara y detalladamente por medio de sencillas ilustraciones de su aplicación en la vida diaria.

Y no hay mejor enseñanza que el ejemplo. Si el Jefe de Tropa se ciñe estrictamente a la Ley Scout en todos sus actos, los muchachos están prontos a imitarlo.

Este ejemplo tiene mayor fuerza persuasiva si el Jefe de Tropa hace la Promesa Scout en la misma forma en que la hacen los jóvenes que están bajo su guía.

En el primer artículo de la Ley que es: "El scout cifra su honor en ser digno de confianza", estriba el buen comportamiento y disciplina futuros del scout. El scout debe ser íntegro. Así debe explicárselo cuidadosamente el Jefe de Tropa -como primer paso- antes de que haga la Promesa.

La investidura del scout se hace adrede con cierta ceremonia, ya que si un pequeño ritual de esta clase se lleva a cabo con solemnidad impresiona al muchacho, y tomando en cuenta la seria importancia de la ocasión, lo correcto es impresionarle hasta donde sea posible. Es también muy importante que el scout periódicamente refresque su conocimiento de la Ley. Los muchachos tienen la tendencia de ser olvidadizos y no debe permitirseles que, habiendo hecho la promesa solemne de ajustarse a la Ley Scout, carezcan de habilidad para decir, en cualquier momento, en qué consiste dicha Ley.

Cuando el scout haya comprendido lo que se espera de su honor después de su iniciación, el Jefe de Tropa debe tener plena confianza en él para encargarle la ejecución de algunas órdenes. En sus acciones debe demostrarle que lo considera responsable. Confíesele alguna misión y téngase fe en que la cumplirá fielmente. No hay que mantenerse en acecho tratando de averiguar cómo la cumple. Déjesele que lo haga a su manera. Permitasele que grite y se afane si es necesario, pero en todo caso hay que dejarlo solo, y confiarse en que hará lo mejor que pueda. La confianza debe ser la base de toda educación moral.

Imponer responsabilidad es la clave del éxito con los muchachos, especialmente con los más alborotosos y díscolos.

El objeto principal del Sistema de patrullas es inculcarles sentido de responsabilidad a tantos muchachos como sea posible, con miras a desarrollar su carácter. Si el Jefe de Tropa confiere al Guía de patrulla amplia autoridad, es mucho lo que puede esperar de él; y dejándole manos libres en el desempeño de su labor habrá hecho más para fortalecer su carácter que cualquier estudio escolar al respecto, por intenso que fuere.

Confianza en sí mismo

El muchacho no recibe todo el beneficio del Escultismo hasta que no obtiene el grado de scout de primera clase. Las pruebas que debe pasar para obtenerlo fueron ideadas con la intención de que a quien demuestre suficiente capacidad para esa categoría se le considere poseedor de las cualidades básicas necesarias para ser un ciudadano viril y honrado.

Cuando el muchacho es consciente de que ha pasado sus días de noviciado, y de que es ya un ser responsable, con capacidad ejecutiva, digno de la confianza de sus superiores, adquiere seguridad en si mismo. Las ambiciones y las esperanzas comienzan a golpear a las puertas de su alma.

Entonces se sentirá mejor preparado que antes y dueño de esa confianza en sí mismo que da esperanza y ánimo, en momentos difíciles de la lucha por la vida, así como fuerza espiritual en los empeños para llegar a la meta de sus aspiraciones.

Los conocimientos de Primeros Auxilios y los medios para extinguir incendios, el viajar en carromatos y el construir puentes, son de gran valor para desarrollar la destreza y aguzar el ingenio, ya que el muchacho, en cooperación con los demás, es responsable de la parte que le corresponde en la obra.

La natación tiene su valor educativo -mental, moral y físico- porque da confianza del dominio de un elemento y la de poder salvar vidas, y con ella se desarrollan también los pulmones y las extremidades.

Cuando el autor de estas líneas adiestraba a la Policía Sudafricana, acostumbraba enviar a los hombres en parejas para que llevaran a cabo recorridos de grandes distancias, de trescientos a quinientos kilómetros, con el objeto de enseñarlos a defenderse mutuamente y a usar su inteligencia.

Pero cuando tenía un recluta algo torpe, lo enviaba solo, sin nadie que lo protegiera, tanto para que se desempeñara por sí mismo, y buscara los medios de alimentarse él y a su caballo, como para que, sin ayuda, rindiera el informe de su expedición. Esta fue la mejor práctica de todas para imprimir confianza en sí mismo y avivar su inteligencia; y refleja un principio que puedo recomendar con toda fe a los Jefes de Tropa para el adiestramiento de sus scouts.

De todas las escuelas, el campamento es, sin duda ninguna, la mejor para enseñar a los chicos las cualidades del carácter que se desea inculcarles. Allí el ambiente es saludable; los muchachos se vuelven ambiciosos y perspicaces; les rodea todo un mundo interesante, y el Jefe de Tropa tiene a ésta constantemente, día y noche, bajo su dirección.

El Jefe de Tropa tiene en el campamento, según puede notarse, la mayor oportunidad de observar y conocer las características individuales de cada scout, para después encauzarlas en la dirección conveniente a su desarrollo; y los muchachos a su vez van adquiriendo las cualidades del carácter inherente a la vida campestre, en la cual el comprensivo Jefe de Tropa puede inculcarles, con jovial y bondadosa dirección, disciplina, habilidad, ingenio, confianza, destreza, conocimiento de los bosques, manejo de canoas, espíritu colectivo, los secretos de la naturaleza, etc. Una semana de esta clase de vida equivale a seis meses de enseñanza teórica en las aulas por excelente que ésta sea.

Por lo expuesto anteriormente se aconseja que el Jete de Tropa poco experto en ese ramo estudie el arte de acampar en sus distintos aspectos.

Alegría de vivir

¿Por qué se considera el conocimiento de los secretos de la Naturaleza como actividad fundamental del Escultismo?

Esta pregunta encierra precisamente la diferencia que existe entre el sistema de enseñanza de los Scouts y el de cualquier otro club de muchachos. Y puede contestarse fácilmente con la siguiente frase: "Deseamos enseñar a nuestros chicos no solamente la manera de ganarse la vida, sino también la forma de disfrutarla, o sea el arte de gozarla en sentido elevado."

El conocimiento de los misterios de la naturaleza, sobre el cual tal vez he insistido demasiado, es el mejor medio de despejar la mente de los muchachos, y al mismo tiempo, si el Jefe de Tropa no descuida este punto, los preparará para apreciar la belleza de la Creación y por ende, el arte, lo cual los lleva a gozar de la vida en un alto plano.

Además de que les muestra el poder del Dios Creador, por medio de sus obras maravillosas, cuando a esto se junta la práctica por Él ordenada de hacer el bien a los demás, constituye la base concreta de la religión.


Ayuda al muchacho a crear confianza en sí mismo, a que sea ingenioso y se baste a sí solo, es decir, que mire de frente a la vida y se labre su propio porvenir.

Hace algunos años me encontraba en la sala de un amigo que acababa de morir, y en una mesa, junto a su abandonada pipa y su tabaquera había un libro de Richard Jefferies -"Field and Hedgerow"- que tenía doblada la esquina de una página donde decía lo siguiente: "El concepto del bien moral no es completamente satisfactorio. La forma más elevada que conocemos hasta el presente es el puro renunciamiento: la práctica del bien no con miras de una recompensa inmediata o más tarde, ni con el deseo de realizar un ideal imaginario. ¡Ésta es la mejor interpretación que podemos darle y es tan poco satisfactoria! Se necesita algo que satisfaga más completamente los anhelos del corazón que cualquier obra de abnegación personal. Debe ser algo que vaya de acuerdo con la percepción de la belleza y de un ideal. La virtud personal no basta y yo no puedo dar una definición del bien ideal; pero me parece que, en alguna forma, debe ir estrechamente asociado con la belleza ideal de la naturaleza."

En otras palabras, se podría decir que la felicidad es una combinación de íntima convicción y de sentido común. Y se gozará cuando la conciencia y los sentidos estén igualmente satisfechos. Si la definición que hemos citado es la verdadera, la correlativa es por lo menos igualmente acertada, o sea que la apreciación de la belleza no produce felicidad a menos que se tenga paz de conciencia. De ahí que, si queremos que nuestros muchachos sean felices en la vida, debemos imbuirles la costumbre de hacer el bien al prójimo, además de enseñarles a apreciar las bellezas de la Naturaleza.

El paso más corto para alcanzar esto último es mediante el conocimiento del concierto de la Creación.

La gran mayoría de los muchachos tiene cerrados los ojos del alma y al Jefe de Tropa corresponde la dicha de realizar el milagro de abrírselos.

Cuando el germen del conocimiento de los bosques ha entrado en la mente de un muchacho, la observación, la memoria y la deducción se desarrollan automáticamente, y entran a formar parte de su carácter, quedando integrados en él, no importa cuál sea la senda que siga en la vida.

A medida que se presentan las maravillas de la naturaleza a la mente joven, puede también mostrársele la belleza que encierra para que la vaya comprendiendo gradualmente. Cuando en la mente se ha dado cabida a la apreciación de la belleza, ésta crece sirnultáneamente con la observación, y lleva alegría y optimismo al corazón aún en el ambiente más árido.

Haciendo nuevamente otra digresión.., un día crudo, nebuloso y obscuro, en la grande y lóbrega estación de Birmingham, en Inglaterra. . . nos vimos arrastrados por una multitud de tiznados trabajadores y militares en viaje. Mas, a pesar de ello, empecé a mirar con atención a mi alrededor, mientras trataba de caminar. Luego proseguí; me detuve; volví a mirar, y reanudé la marcha, hasta que recogí una imagen completa de todo cuanto me rodeaba. No creo que mis compañeros lo notaron, pero yo sí observé en aquella sombría cueva un rayo de luz que puso optimismo en mis actividades de ese día; y no fue más que una enfermera de uniforme carmelita, con una gloriosa cabellera roja, llevando en sus brazos un gran ramo de crisantemos. Quizá para ustedes esto no habría constituido nada extraordinario, pero no para aquellos que tienen ojos para ver esas notas de luz que se presentan hasta en el ambiente más depresivo.

Es muy común la idea de que los niños no pueden apreciar la belleza y la poesía; pero recuerdo cierta vez que se mostraba a un grupo de muchachos la pintura de una tormenta, acerca de la cual Ruskin había dicho que en esa escena de desolación, sólo había un signo de paz y de belleza. Uno de ellos señaló inmediatamente un rincón de plácido cielo azul que dejaba libre la cubierta de plomizos nubarrones.

La poesía los atrae también en forma que es difícil apreciar. Cuando el sentido de la belleza empieza a embargarlos, su mente parece que ansía expresarse en forma diferente a la prosa diaria.

En la prosa puede hallarse poesía de la mejor calidad, algunas veces; pero generalmente la belleza poética se asocia con el ritmo y la rima. Por tanto, ésta (la rima) es lo que incita el mayor esfuerzo de los jóvenes aspirantes a poetas. Y la experiencia ya les habrá dicho a ustedes que, cuanto más alienten a los vates en ciernes por el camino de la poesía, mayor será el número de versos ramplones que les darán a leer.

Alejen de esa senda, si pueden, a los que carezcan de talento y los dones indispensables. En el mundo es ya demasiado crecido el número de poetastros.

Amplitud de miras: respeto a la Religión

La amplitud de miras empieza naturalmente con el respeto a Dios, que mejor podemos designar con el nombre de "Veneración."

La veneración a Dios y el respeto a nuestro prójimo y a nosotros mismos, como siervos de Dios, es la base de. toda forma de religión. La manera de expresar esta veneración a Dios varia según las sectas y creencias. La que adopta el muchacho depende, como regla, de la voluntad de sus padres. Ellos son los que lo deciden, y a nosotros nos corresponde respetar sus deseos y secundar sus esfuerzos para inculcar la veneración en el niño, sea cual fuera la fe que profese.

"Aunque el muchacho sólo muestre un rostro rebosante de alegría en la calle, ya es bastante. Levanta el espíritu de gran número de los que encuentran en su camino. Vale la pena tratar de conseguir que lleve ese aspecto alentador, como paso hacia una felicidad mayor."

Puede que haya muchas dificultades relacionadas con la definición de la instrucción religiosa que abarca nuestro Movimiento, dada la gran variedad de sectas existentes; y los detalles de la expresión de los deberes para con Dios deben, por lo tanto, dejarse en su mayor parte en manos del director espiritual. Pero no hay dificultad alguna en sugerir la línea que deba seguirse en el sentido humano, ya que los deberes directos para con nuestro prójimo los comprenden casi todos los cultos.

La actitud del Escultismo en lo tocante a religión, aprobada en nuestro Consejo por los jefes de las diferentes sectas y creencias, es como sigue:

"(a) Todo scout debe pertenecer a alguna secta religiosa, y asistir a los actos o servicios que ella prescribe."

"(b) Cuando la Tropa se componga de creyentes de una réligión determinada, es de esperarse que el Jefe de Tropa se ajuste a las prácticas y enseñanza de dicha religión, en la forma que crea más conveniente, de acuerdo con el capellán o autoridades religiosas correspondientes."

"(c) Si la Tropa está formada de adictos a credos religiosos distintos, se le debe inducir a cada muchacho a concurrir a los servicios y prácticas de su religión respectiva, y en el campamento se puede establecer la costumbre de decir diariamente una especie de plegaria, y celebrar un servicio semanal de carácter sencillo, al cual asistan voluntariamente."

El Jefe de Tropa no puede ser muy desacertado si toma estas normas como guía. Estoy plenamente convencido de que hay más de una manera de inculcar la veneración. La elección de una de ellas depende de las circunstancias y del carácter individual del muchacho. La clase de instrucción que convenga a uno puede que no surta los mismos efectos en otro, y queda al instructor, ya sea el Jefe de Tropa o el Capellán, la elección de la más apropiada.

Hablando desde el punto de vista de la gran experiencia personal que he tenido con algunos millares de jóvenes que han estado a mi cuidado, he llegado a la conclusión de que las convicciones religiosas han guiado muy poco las acciones de la mayoría de nuestros hombres.

Esto puede atribuirse hasta cierto punto al hecho de que a menudo se ha empleado la instrucción en lugar de la educación en la preparación religiosa del niño.

La religión se inspira, no se enseña. No es una indumentaria dominguera, sino una parte integrante del carácter del muchacho y del temple de su espíritu. Es asunto personal, de pura e íntima convicción, y no resultado de la enseñanza objetiva.

Por eso, a veces, los mejores alumnos de las clases dominicales de doctrina o lectura de los libros sagrados, aferrándose demasiado a la letra del texto, pierden la idea fundamental, y se convierten en fanáticos intransigentes; mientras los que forman la mayoría, que en el fondo nunca están entusiasmados con este estudio, tan pronto como abandonan las aulas caen en la indiferencia y la irreligión, quedando sin orientación espiritual en ese período dificultoso de la vida que transcurre entre los dieciséis y los veinticuatro años de edad.

No a todo hombre le es dado llegar a ser buen profesor de religión y a menudo los más celosos son los que más fracasan, siendo lo peor que no se dan cuenta de ello.

Afortunadamente, contamos entre los Jefes de Tropa con un crecido número de hombres competentes en este ramo. Pero tal vez hay muchos que duden de su influencia, y en ese caso es preferible que busquen un capellán o un instructor experimentado para su Tropa.

No obstante, el Jefe de Tropa puede prestar una inmensa cooperación al director espiritual, de igual manera que lo hace con el maestro de escuela, inculcando a sus muchachos, en el campo y en el local de reuniones, la aplicación práctica de lo que en teoría han estado aprendiendo en la escuela.

En una Tropa formada de scouts pertenecientes a una misma religión, hay por lo general un capellán de tropa, a quien el Jefe de ésta debe consultar todos los asuntos que atañen a la instrucción religiosa.

Como parte de esa preparación, es conveniente establecer un servicio o una clase especial. Esto consiste en una reunión celebrada con el objeto de rendir culto a Dios y de fomentar el fiel cumplimiento de la Promesa y Ley Scout; pero como complemento, y no como substituto de las prácticas religiosas regulares.

Pero muchas de nuestras tropas están integradas por niños de diferentes creencias. Cuando esto ocurre, cada muchacho debe ser enviado donde su clérigo o pastor correspondiente para que reciba la instrucción de la fe que profesa.

Otras tropas, formadas en barrios bajos y en regiones menos adelantadas, cuentan con niños que no han tenido prácticamente ninguna clase de religión, y para quienes sus padres han sido de poca o ninguna ayuda en este sentido. Tales chicos requieren sistemas y métodos de enseñanza distintos de los que se emplean con muchachos que han tenido buena preparación religiosa.

Aquí es donde nuevamente el Escultismo es muy práctico para ayudar al instructor; y ya ha brindado excelentes resultados.

Presta su ayuda mediante las siguientes prácticas:
a) Ejemplos personales del Jefe de Tropa;
b) Estudio de la Naturaleza;
c) Buenas acciones;
d) Retención del muchacho de más edad.

a) Ejemplo Personal. - No hay duda alguna de que, ante los ojos de los muchachos, son las acciones de un hombre las que cuentan y no sus palabras.

De ahí que sobre los hombros del Jefe de Tropa pese la gran responsabilidad de actuar correctamente, y de dejarse ver mientras lo hace; pero cuidando de no hacer de ello un alarde.

Aquí es donde una actitud de hermano mayor, antes que de profesor, tiene más fuerza convincente para los niños.

b) Estudio de la Naturaleza. - Grandes enseñanzas se derivan de la observación de la Naturaleza. En la vida de un pájaro, por ejemplo, el nacimiento de sus plumas de igual forma y color que las de los de su misma especie que viven a millares de kilómetros de distancia, las migraciones, la forma igual de tejer sus nidos, el color de sus huevos, el desarrollo del polluelo, el cuidado de la madre, la alimentación y la facultad de volar; todo se realiza sin la intervención del hombre; sólo obedeciendo a las leyes del Creador, y constituye una lección inapreciable para los muchachos.

Así mismo, las plantas de todas clases, con sus flores, cortezas, follaje y frutos; los animales, sus especies, sus hábitos; las estrellas en el firmamento, con sus lugares señalados y sus órbitas fijas en el espacio, nos dan la primera concepción del infinito y de la inmensa obra del Creador, en la cual el hombre no es más que una ínfima parte. Todo esto tiene gran fascinación para la juventud; atrae su curiosidad, su poder de observación, y la conduce directamente a reconocer la mano de Dios en las maravillas del Universo, con sólo que haya una persona que se las muestre.

Lo que a mí más me asombra es cómo algunos profesores han descuidado este fácil e infalible método educativo, y en cambio se han aferrado a la instrucción bíblica como primer paso para conseguir que el espíritu inquieto del muchacho se oriente hacia conceptos más elevados.

c) Buenas Acciones. - Si el Jefe de Tropa estimula un poco a los muchachos a que hagan diariamente una buena acción, la práctica pronto se vuelve un hábito en ellos, y es el mejor paso hacia la formación de un cristiano práctico y no teórico. El niño se inclina naturalmente hacia el bien si ve que hay una forma práctica de hacerlo; y el precepto de la buena acción diaria le brinda la oportunidad para desarrollar y manifestar el instinto de la bondad, haciendo brotar en él el espíritu de caridad cristiana hacia el prójimo.

La expresión de esa tendencia hacia el bien es más efectiva, más espontánea, en el muchacho, y está más de acuerdo con los métodos del Escultismo que la aceptación pasiva de los preceptos didácticos.

d) Retención del muchacho de más edad. - Tan pronto como un muchacho empieza a adquirir nociones generales y el dominio de las cuatro reglas, se le lanza al mundo, creyéndose que lleva el suficiente bagaje para que se labre honradamente su porvenir como buen ciudadano. Cuando deja la escuela primaria, tiene generalmente la oportunidad de ingresar en otras instituciones docentes a las cuales puede asistir después de sus horas regulares de trabajo, si así lo desea o si sus padres lo instan. Los mejores muchachos lo hacen así y adquieren finalmente una buena cultura.

¿Pero cuál será la suerte del muchacho de medianos alcances o de malas inclinaciones? Se le deja desviarse de la buena senda en el preciso período de su vida en que lo que más necesita es continuar y terminar los estudios emprendidos, y en el momento justo en que pasa material, mental y moralmente a lo que va a ser durante el resto de su vida.

Aquí es donde el Movimiento del Escultismo puede hacer mucho por el adolescente, y para cooperar en su importante misión es que estamos haciendo todo lo posible por organizar Rover Scouts con el fin de retener al jovenzuelo, conservando nuestro contacto con él, para inspirarle los más elevados ideales durante el período de su vida en que vacila en elegir entre el bien y el mal.

Respeto a sí mismo

Entre las formas de respeto que deben fomentarse en el muchacho no hay que omitir una muy importante: el respeto a sí mismo, o sea la dignidad personal en su aspecto más elevado.

Esto también puede inculcársele mediante el estudio de la naturaleza, como paso inicial. Puede estudiarse la anatomía de plantas, aves y mariscos, mostrando la perfección de la obra del Creador. De manera similar el niño puede estudiar su propia anatomía: el esqueleto, los músculos, nervios y tendones; la circulación de la sangre, la respiración, el cerebro, centro regulador de las acciones; todo ello repetido hasta en su más mínimo detalle en millones de seres y sin embargo diferente en todos, como las facciones y huellas digitales. Despiértese en el niño la idea de que se le ha dado un cuerpo constituido maravillosamente para que lo desarrolle como templo y obra exclusiva de Dios; y que ese cuerpo está materialmente capacitado para efectuar buenas obras y acciones, si se le guía con el recto sentido del deber y la caballerosidad, es decir, con una alta finalidad moral.

Esto es lo que engendra el respeto a sí mismo.

Por supuesto que esta norma de conducta no debe predicársele abandonándola después para que fructifique por sí sola. El Jefe de Tropa debe infundirla durante todo el tiempo que el chico pasa bajo su guía. Y una forma especial de fomentarla es asignándole responsabilidad, confiando en él como en un ser honorable que cumple con sus deberes a conciencia, y tratándolo con respeto y consideración, pero sin despertarle la vanidad.

Lealtad

Además del respeto a Dios y al prójimo, la lealtad para con la patria ocupa un lugar preponderante, y es factor importantísimo para mantener en los hombres bien equilibrados sus miras y puntos de vista. Las manifestaciones de esa lealtad, como el saludo a la bandera, el ponerse de pie cuando se toca el himno nacional, etc., ayudan a promoverla, pero lo esencial es desarrollar el verdadero espíritu que mueve tales demostraciones.

El estímulo de la lealtad para consigo mismo, o sea acatando el buen dictado de la conciencia, es un gran paso para desarrollar en el muchacho el aplomo y el conocimiento de sí mismo. La lealtad para con los demás se expresa con hechos y no sólo con palabras. Los servicios al prójimo y el sacrificio personal envuelven necesariamente la idea de estar listos a empuñar las armas para defender a la patria en caso de agresión extranjera, lo cual es el deber de todo buen ciudadano. Pero esto no implica que el muchacho desarrolle un espíritu sanguinario y agresivo, ni que necesite adiestramiento en los deberes militares o ideas bélicas. Esto se deja para cuando tenga la suficiente madurez de juzgar con su propio criterio.



Interésese al muchacho en el ejercicio constante de su cuerpo.

2-SALUD Y VIGOR 

Es obvio que la salud y el vigor son de un valor incalculable cuando se trata de seguir una carrera profesional y de gozar sanamente de la vida.

En materia de enseñanza pueden considerarse más importantes que la "instrucción por medio de texto" y casi tan valiosos como el "Carácter."

En las prácticas del Escultismo, nosotros podemos dar a los muchachos alguna instrucción sobre la salud e higiene personal que son tan esenciales para que lleguen a ser ciudadanos eficientes.

Nuestra tarea será hacer que se inclinen a la práctica de los deportes, y la de enseñarles que, antes de dedicarse sin peligro a ejercicios agdtadores, deben primero desarrollar un cuerpo sano. Esto se consigue con alimentación sencilla y adecuada, con el cuidado higiénico de su persona en materia de limpieza, respiración por la nariz, descanso, vestido apropiado, hábitos regulados, continencia, etc. Debemos evitar que se vuelvan melindrosos y piensen que son propensos a contraer enfermedades, etc. Antes bien, se les hará comprender que deben mantenerse en buen estado de salud para los deportes, como fin que persigue la educación física.

Con sólo media hora a la semana de reuniones ordinarias de las tropas de scouts no nos es posible darles educación física formal, pero lo que se puede es hacer al niño RESPONSABLE PERSONALMENTE DE SU PROPIA SALUD, indicándole la forma de conservarla y de mantenerse sano. También podemos enseñarle unos pocos ejercicios que le ayuden a desarrollar su vigor si se practican adecuadamente, y podemos interesarle en las actividades al aire libre y en los juegos que no sólo le proporcionen esparcimiento sino también la forma práctica de adquirir salud, vigor y seguridad para la vida. La salud del cuerpo promueve la salud de la mente; y en este punto se eslabonan la educación del carácter y la educación física.

Consérvese sano

Las estadísticas nos muestran la existencia de un gran número de individuos que no gozan de buena salud; y que con un poco de cuidado y atención podrían haber sido personas sanas y útiles a la sociedad. Algunos informes sanitarios escolares nos han demostrado que uno de cada cinco alumnos adolece de algún defecto que le impide desempeñarse con eficiencia durante el resto de su vida: defecto -entiéndase bien- que pudo haber sido corregido.

Estos datos son inmensamente importantes, y señalan de inmediato la necesidad y el remedio. Si se instruye al niño a su debido tiempo podrían salvarse millares anualmente, convirtiéndolos en ciudadanos vigorosos y capaces, evitando que durante el resto de sus días arrastren una vida miserable y solamente útil a medias.

Esto tiene trascendencia tanto para el individuo como para la nación entera.

Mucho se ha dicho sobre la cultura física y el desarrollo de las generaciones futuras sobre bases mucho más generales, y hacia este fin tienden los grandes esfuerzos de nuestra labor.

Pero quiero advertir a los Jefes de Tropas que no dejen que este impulso los guie por la senda equivocada.

En el cuadro que aparece en la capítulo "Escultismo" de la primera parte de este libro, se puede ver cómo y por qué el Carácter y la Salud Física son los principales objetivos del Escultismo, y también se ven allí los medios de que nos valemos para lograrlos.

Pero no hay que olvidar que la salud no tiene necesariamente que ser el resultado de los ejercicios físicos.

El adiestramiento físico que se da al ejército ha sido cuidadosamente estudiado y es excelente para el propósito que persigue. Está destinado a desarrollar el sistema muscular del individuo; y los soldados mejoran tremendamente su constitución física bajo esta intensa forma de preparación.

Pero a menudo es artificial, y lleva por objeto la adquisición del desarrollo que no se obtuvo en forma natural.

Los ejercicios violentos no son naturales. El guerrero zulú, aunque es un espléndido ejemplar de la raza humana, desconoce por completo la gimnasia sueca. Y el muchacho corriente, que ha jugado fútbol y se ha mantenido en buenas condiciones físicas mediante ejercicios practicados de vez en cuando, tampoco tiene que recurrir a los ejercicios violentos para continuar su desarrollo armónico.

Son los juegos al aire libre, las caminatas, la vida bajo tiendas de campaña y la alimentación sana, en combinación con el adecuado descanso, lo que lleva al cuerpo la salud y el vigor, en forma natural y no de manera artificial y efímera.

No hay quien no convenga en esto. Es simple en teoría, aunque en la práctica se presentan algunas dificultades que hay que vencer.

Los muchachos de la ciudad o los que trabajan todo el día en las fábricas no tienen la oportunidad de salir al aire libre a practicar sus juegos, y naturalmente deberían aprovecharla los que trabajan a campo raso y los niños de los campos: pero es el caso que un muchacho campesino raras veces conoce un juego y ¡ni siquiera sabe cómo correr! Es desconcertante ver cuán pocos muchachos pueden hacerlo.

El paso elástico y natural se adquiere solamente con la práctica de las carreras. Sin este ejercicio, el pobre muchacho desarrolla el andar lento y pesado del campesino o el paso desigual y arrastrado del habitante de las ciudades. ¡Y cuánto carácter se revela en el porte airoso de un hombre!

Juegos organizados

Uno de los objetivos del Escultismo es organizar equipos deportivos y juegos que además de mejorar la salud fortalezcan el carácter del muchacho. Estos juegos deben ser interesantes y despertar el espíritu de competencia. Mediante su práctica pueden inculcarse en los muchachos nociones de hombría, respeto a las reglas, disciplina, dominio de sí mismo, determinación, fortaleza de ánimo, don de mando y desapasionamiento en el desarrollo del juego.

Como ejemplos de estos juegos y ejercicios podemos mencionar: las ascensiones de toda clase (de escaleras, cuerdas, árboles, rocas, etc.), competencia de marcha sobre tablones, carrera de obstáculos, vista rápida, prácticas con la pelota, boxeo, lucha grecorromana, natación, caminatas, saltos, carrera de relevos, lucha de gallos, danzas regionales, cánticos, canciones coordinadas con la acción, etc. Éstas y muchas otras actividades ofrecen un amplio y variado programa de competencias y torneos, entre las patrullas, que un Jefe de Tropa con sentido de observación puede aplicar en sucesión, para desarrollar determinadas partes del cuerpo.

Los activos juegos del Escultismo, son a mi entender la mejor forma de educación física, porque muchos de ellos envuelven también educación moral, y además no implican gastos, porque no requieren patios de recreo bien cuidados, ni aparatos, etc.

Es muy importante reglamentar los juegos y competencias hasta donde sea posible, para que tomen parte todos los scouts; porque el objeto no es sacar de entre ellos sólo algunos campeones, descuidando el desarrollo físico de los demás. Todos deben practicar, y alcanzar algún grado de perfección. Los juegos deben organizarse especiahnente como encuentros entre equipos que formen las patrullas. En las competencias donde toman parte muchos concursantes se dirimirán los empates sólo entre los que tengan puntuación más baja, a la inversa de la costumbre de hacerlo entre los vencedores, con el objeto de determinar cuál es el Inferior y no cuál es el mejor. El muchacho trata con tanto afán de no ser el último como lo hace por obtener el primer lugar para ganarse un premio. Esta forma de concursos es muy provechosa, porque proporciona más práctica a los retrasados.

Por medio del Escultismo podemos enseñar a todo muchacho, ya sea de la ciudad o del campo, la manera de llegar a ser participante de los juegos y con ello a gozar de la vida fortaleciendo al mismo tiempo su fibra física y su temple moraL

Gimnasia

La gimnasia constituye una forma intensa de actividad para lograr el desarrollo del cuerpo, cuando no hay suficiente oportunidad de practicar los juegos, y bien puede emplearse como complemento de éstos siempre que:

1. No se hagan ejercicios simplemente como mecánicos movimientos calisténicos, sino como algo que todo muchacho comprenda bien, y desee practicar espontáneamente, consciente del beneficio que le reporta;

2. El instructor tenga algún conocimiento de anatomía, y comprenda el perjuicio que algunos movimientos pueden ocasionar al cuerpo en formación.

Los seis ejercicios corporales que se mencionan en el Escultismo para Muchachos pueden ser enseñados, sin peligro para el niño, por un Jefe de Tropa que no sea experto en anatomía. Estos ejercicios no deben convrtirse en actividades rutinarias de las reuniones, sino que cada scout, después de aprenderlos, debe practicarlos en su casa durante sus horas libres.

Debemos hacer todo lo posible para que el chico se interese en el ejercicio constante de su cuerpo y practique con ánimo y tesón las pruebas difíciles hasta que logre ejecutarlas a perfección.

Una buena idea, por ejemplo, es que cada una de las tropas adopte algún sistema particular de ejercicios sencillos, como saltos de altura o de longitud, etc., en forma tal que, luego, todos los muchachos, individualmente, puedan desarrollar su destreza, y adquirir por sí mismos un grado más alto de perfección.

También se verá que los grupos uniformados despiertan considereble entusiasmo en los muchachos; y el de cualquier deporte promueve compañerismo en los atletas participantes, e incidentalmente exige cambios de ropa, tanto antes como después de los juegos, lo cual, a su vez, trae como consecuencia la higiene y el hábito del aseo.

En esa forma, el muchacho desarrolla muy pronto un marcado interés personal en el mantenimiento de su propia destreza. y ese interés puede aprovecharse como cimiento para una instrucción valiosa en hábitos de pulcritud, alimentación adecuada, higiene, continencia, templanza, sobriedad, etc. Todo esto, en conjunto, es lo que se llama educación física.

Ejercicios

Muchas personas recomiendan enfáticamente un ejercicio sistemático y la rigurosidad militar como el método más adecuado para conseguir el desarrollo físico de la juventud. Personalmente, tengo mucha experiencia en eso, y opino que si se obliga a una persona joven a hacer ejercicio, por una hora semanalmente, con el propósito de conseguir su fortalecimiento físico, los resultados dejarán mucho que desear.

El entrenamiento a que se somete a un soldado, día tras día, durante meses y meses, indudablemente produce un desarrollo físico admirable. Pero, los instructores militares, que son peritos eficientes, tienen a los reclutas constantemente bajo su vigilancia, sujetos a una estricta disciplina; y a pesar de ello, esos instructores expertos cometen errores, de vez en cuando: las afecciones cardíacas y otras dolencias provienen frecuentemente de tales métodos, hasta en hombres fuertes que han entrado ya en la plenitud de la vida.

Más aún, el ejercicio en esa forma pertenece a la categoría de la instrucción. Es algo que tiene todo el aspecto de lo compulsivo y rigurosamente doctrinario. En ninguna forma debe considerarse como procedimiento educativo bajo el cual los muchachos puedan aprender por sí solos, enseñándose a sí mismos.

Tratándose de los scouts, yo he indicado con frecuencia que esa clase de adiestramiento no debe emplearse mucho. Fuera de las objeciones que algunos padres de familia expresan con respecto al militarismo, dicho sistema nos desagrada por otros motivos, además de los mencionados. Uno de ellos es que un director deficiente no puede interpretar el propósito fundamental del Escultismo (es decir, el desarrollo espontáneo del individuo) y careciendo de originalidad para enseñarlo, aunque lo interpretase, recurre al ejercicio rutinario de la milicia, como medio fácil con que se le hace posible dar a sus muchachos alguna forma de buena presencia superficial, para que produzcan buena impresión en cualquier desfile.

Pero también hay Jefes de Tropa que se dejan llevar demasiado lejos hacia el extremo contrario, y permiten que sus muchachos incurran en el error de presentarse desaliñados en todas partes, como si carecieran de disciplina en absoluto, la cual es peor que lo antedicho. Lo apropiado es adoptar un término medio, es decir: darles instrucción suficiente para mostrarles cuál debe ser su conducta, e inspirarles un compañerismo sincero que los estimule a enaltecerse, y a conducirse como hombres que saben mantener en alto el prestigio de su Tropa. Para conseguir esto, será necesario el ejercicio sistemático a intervalos, pero en una forma que no menoscabe la clase de adiestramiento que se considera más apropiado para scouts.

Todo el ejercicio que se requiere para que nuestros muchachos tomen la actitud debida, y conseguir que adopten el porte varonil, puede limitarse a varios minutos de gimnasia silenciosa o algún juego sencillo, al principio de cada reunión. Nosotros no queremos que se descuiden los ejercicios por completo; pero nos parece oportuno manifestar que lo preferible seria un simulacro en maniobras de bomberos, la construcción de puentes o algo parecido. Esto requiere destreza, actividad y disciplina; pero lo importante es el hecho de que cada uno de los muchachos tiene que usar su propia inteligencia, en la parte del trabajo que le corresponde, para conseguir el éxito completo de todo el grupo. Además, la competencia interesa mucho a los muchachos, así como a las personas que los observan en sus labores; y por último, esa forma de cooperación fomenta el entusiasmo y la equidad.

Es muy esencial que los muchachos derrotados en un juego nunca muestren resentimiento, y que se abstengan de acusar al adversario de injusticia en su proceder o sus decisiones. No importa cuál sea su decepción en la derrota, deben manifestar con nobleza el reconocimiento de la superioridad del contrincante. Así pondrán de relieve su concepto de la disciplina y del dominio sobre sí mismos, lo cual promueve sentimientos elevados que se necesitan tanto para el exterminio de los prejuicios.

Y en cuanto a otros aspectos, yo recuerdo cierto regimiento magnifico cuyos reclutas habían recibido muy poca instrucción. Después que se les indicó la forma en que debían portarse, se les dijo que cuando ese comportamiento se convirtiera en hábito, se les permitiría disfrutar de sus diversiones, y se les consideraria como verdaderos soldados. Es decir, la tarea de adiestrarse se les confirió a ellos mismos, en lugar de recurrir a varios meses de tedioso ejercicio para inculcarles el comportamiento militar. Y aquellos hombres entrenáronse a sí mismos y unos a otros, con tanto éxito que consiguieron salir de la categoría de reclutas en menos de la mitad del tiempo requerido generalmente.

Hágase que el muchacho comprenda que es un ser consciente y por ello responsable del cuidado de su cuerpo y salud, y que es parte de sus deberes para con Dios desarrollar ese cuerpo de la mejor manera posible.

Ahí tenemos otro ejemplo de la diferencia entre instrucción y educación. Ese admirable resultado se obtuvo inspirando ambición en los individuos, y confiándoles toda la responsabilidad. Y ésa es, exactamente la forma en que, según mi humilde opinión, puede lograrse con la mayor facilidad el desarrollo físico y mental de la juventud. Pero recordando siempre que los deportes, el aire libre, una alimentación nutritiva y el descanso adecuado contribuyen mucho más al desarrollo normal del organismo humano que todos los ejercicios militares imaginables.

Al aire libre

El oxigeno produce fuerzas. En cierta ocasión, yo tuve la oportunidad de observar un grupo de scouts haciendo ejercicio dentro de su propio local. Fue realmente un espectáculo alentador e interesante. Pero el ambiente no tenía nada de alentador. El aire que se respiraba en el recinto no era precisamente perjudicial; pero, en realidad, carecía de frescura vivificante. La ventilación era defectuosa; y aunque los muchachos actuaban con la precisión de máquinas perfectas, el aire desvirtuaba el beneficio de su labor. en vez de fortalecer su sangre con oxígeno estimulante.

La mitad de los buenos resultados provenientes del ejercicio físico depende del aire puro, que puede inhalarse ventajosamente a través de la piel, así como por las fosas nasales, cuando hay la oportunidad adecuada. En otras palabras, el secreto del éxito está en el aire del campo; y el propósito fundamental del Escultismo es, en realidad, desarrollar el hábito de salir frecuentemente a disfrutar de los beneficios del aire libre tanto como sea posible.

Una vez, en una ciudad de considerable importancia, pregunté a cierto Jefe de Tropa sí conducía las excursiones del sábado en el parque o en el campo; y me informó que ni siquiera se llevaban a cabo tales excursiones. ¿Y por qué? Pues porque a sus muchachos no les gustaban. Preferian congregarse, el sábado por la tarde, en su propio salón de reuniones. Desde luego que lo preferían. Porque estaban acostumbrados a eso precisamente: a quedarse en casa. Y nosotros debemos evitar que los muchachos dedicados al Escultismo sean victimas del hábito de permanecer en casa demasiado tiempo. Debemos inducirlos a que salgan de casa frecuentemente, y tratar de conseguir que las giras campestres les interesen.

A propósito del asunto, nos permitimos citar las siguientes frases de Alejandro Dumas: ‘"Si yo fuese rey de Francia", escribió en cierta ocasión el famoso novelista, "no permitiría que ningún niño menor de doce años de edad entrara en ninguna población. Hasta esa edad, los niños tendrían que vivir en el campo: bajo el sol, en los bosques, en compañía de perros y caballos, cara a cara con la naturaleza, que vigoriza el cuerpo, fortalece la inteligencia, inspira poesía en el alma humana, y despierta una curiosidad más valiosa que todos los libros de texto del mundo entero."

"En esa forma, los niños aprenderían a interpretar los ruidos y el silencio de la noche, y adquirirían la mejor de todas las religiones: la que Dios mismo pone de manifiesto en el aspecto glorioso de sus maravillas."

"Y a la edad de doce años, fuertes, con una mente despejada y comprensiva, tendrían ya la capacidad para recibir la instrucción metódica que fuese adecuado proporcionarles, y que podría entonces ímpartírseles con facilidad, en el término de pocos años."

"Pero, desgraciadamente para los mozuelos, aunque afortunadamente para Francia, yo no soy el rey de la nación."

"Lo único que puedo hacer es expresar mis ideas, y sugerir la senda. Mi opinión es que la educación física debe ser el primer paso en el desarrollo del niño."

Esas palabras de Alejandro Dumas en realidad pueden considerarse como frases orientadoras; y nosotros, en el Escultismo, si nos adherimos a nuestra verdadera misión, podremos dar un paso gigantesco en ese rumbo, recordando siempre que el ambiente apropiado es el aire libre. Pero, debido a que actualmente pasamos la mayor parte de nuestra vida en las ciudades, estamos expuestos a perder de vista el derrotero.

Nuestra organización no es ni un club ni una cátedra, sino más bien una escuela práctica para estudiar las maravillas de la naturaleza.

El campamento es indispensable para poder adiestrar bien a una tropa. Pero debe ser un campamento donde no haya nunca ninguna ociosidad.

Tenemos que salir frecuentemente al campo, para fortalecer la salud del cuerpo y del espíritu, como jefes o como simples scouts.

El aspecto de esta enseñanza que mayor entusiasmo despierta en los muchachos es la vida de campamento, que ofrece al Jefe de Tropa la mejor oportunidad para el desarrollo de su labor constructiva.

El campamento cautiva la imaginación de la juventud, por los numerosos detalles interesantes de la vida campestre, tales como la improvisación de comidas, los juegos en el bosque o en los eriales, la práctica del rastreo, la exploración, el empleo de vencer obstáculos, las alegres canciones al calor de una hoguera, etc.

Es preciso tener a nuestra disposición algún espacio al aire libre; terreno que sea nuestro, preferiblemente por tiempo ilimitado, y que sea de fácil acceso para los scouts. Además, a medida que la ensefianza del Escultismo vaya progresando, los terrenos de campamento deben formar parte integrante de cada centro.

Esos campos podrán emplearse como centros de adiestramiento para los dirigentes del Escultismo, donde éstos tengan la oportunidad de recibir adiestramiento en el arte de acampar, así como adquirir el espíritu de fraternidad que surge de una vida en contacto directo con la naturaleza. Ya se han establecido muchos, con ese propósito, y para que los scouts puedan emplearlos como campamento. De modo que su gran utilidad se ha demostrado; pero debemos adquirir más terreno, antes de que las tierras adyacentes a nuestras poblaciones se hayan dedicado a fines de urbanización.

Y recordemos que "vida de campamento" es algo muy distinto a "vivir bajo carpa." Por ejemplo, hace algún tiempo, a mí se me mostró cierto campamento para niños de escuela, en el cual había tiendas de campaña perfectamente levantadas y alineadas, con un gran toldo para comedor y una cómoda carpa para cocina. Además, había senderos pavimentados y casetas de baño construidas de madera. Un contratista lo había planeado y construido todo admirablemente bien. El funcionario organizador pagó cierta suma de dinero, y todo se hizo muy bien, en esa forma. Desde el punto de vista mercantil, fué una transaccion sencilla y satisfactoria. Allí los niños podrían vivir bajo carpa muy cómodamente.

Pero aquello no podía llamarse acampar. Vivir en tiendas de campaña es algo muy diferente a lo que nosotros llamamos acampar. Cualquier pollino puede vivir bajo un toldo donde no sea más que parte integrante de una recua, y donde reciba cuanto necesite sin hacer el menor esfuerzo para obtenerlo por sí mismo. Los beneficios que una temporada en un sitio como ése ha de proporcionar no valen la pena de que los muchachos salgan de sus hogares.

Lo que realmente despierta interés en la juventud, y al mismo tiempo constituye algo educativo, es el verdadero acampar: es decir, el campamento establecido por los muchachos mismos, hasta el extremo de hacer sus propias carpas, y aprender a cocinar sus propios alimentos. Luego, la tarea de levantar las tiendas de campaña en sitios elegidos expresamente por las tropas; la busca de leña y agua potable; la preparación de un sitio para bañarse, cocinas de campaña, letrinas y hoyos para desperdicios; el empleo de utensilios y muebles de campamento, etc. es lo interesante, y lo que despierta entusiasmo, además de ser un adiestramiento inapreciable.

Cuando se trata de un gran número de muchachos, reunidos en un pueblo de carpas, es necesario recurrir al ejercicio sistemático y la instrucción general, como medios para proporcionar ocupación a todos en conjunto. Pero, en el caso de grupos pequeños, además de las labores del campamento mismo, las cuales ocupan mucho tiempo, hay también una oportunidad constante para la educación en el conocimiento de la naturaleza, así como para fortalecer la salud corporal y mental, por medio de carreras, caminatas y otras diversiones, aprovechando todas las ventajas del ambiente.

El campamento ideal es uno en que todo el mundo está satisfecho, alegre y atareado; uno en que las tropas se conservan siempre intactas, y en que todos los concurrentes están orgullosos de su labor y del grupo en general.

Un detalle muy digno de atención especial es que, en un campamento pequeño, el ejemplo del Jefe de Tropa ejerce una influencia enorme. Debido a que vive entre los muchachos, cada uno de éstos tiene la oportunidad de observarlo, e imitarlo, a veces inconscientemente y tal vez sin que él mismo se dé cuenta. Por eso se notará que si el Jefe de Tropa es un hombre perezoso, los muchachos que dirige se pondrán haraganes. Asimismo, si el aseo es un hábito en él, ellos lo adquirirán; y si él es ingenioso, los muchachos que lo rodean habrán de convertirse pronto en emuladores de su ingeniosidad, ejercitando sus facultades mentales en la invención de artefactos y utensilios.

Pero el Jefe de Tropa no debe perder su tiempo en tareas pertenecientes a los scouts que lo acompañan, sino más bien inducir a éstos a trabajar cuanto sea posible. Realmente, con respecto a esto, el mejor lema es: "Cuando se quiere conseguir que se haga una cosa, no debe hacerla uno mismo." Nosotros queremos campamentos limpios y saludables, regidos en armonía con todas las reglas e instrucciones locales; pero que sean, además, campamentos en que los scouts puedan vivir una vida tan semejante como sea posible a la de los verdaderos colonizadores de antaño.

Natación. El deporte del remo. Señalación

Entre todas las clases de adiestramiento físico, la natación se distingue por las ventajas que siguen:

es una diversión agradable, y a los jóvenes les interesa mucho; estimula el hábito de aseo personal;
desarrolla la determinacióp y el ánimo;
crea y refuerza la confianza en uno mismo;
ejercita el tórax y los órganos respiratorios;
fortalece la musculatura de todo el cuerpo;
y proporciona un recurso para salvar la vida de otras personas.

El deporte del remo es otro medio excelente para fomentar el desarrollo de la musculatura, y a los scouts les gusta mucho. Además, como sólo se les permite participar en él después que han dominado la natación, es un incentivo para aprender a nadar.

El arte de la señalación, en la práctica, desarrolla la inteligencia, y al mismo tiempo es un valioso ejercicio físico que adiestra la visión, así como vigoriza muchos músculos del cuerpo. Pero debe practicarse al aire libre, para que no se convierta en una forma de gimnasia monótona, carente de utilidad y de objetivos edificantes.

LA HIGIENE PERSONAL

El aseo

Para el mantenimiento de la salud, el aseo es de importancia fundamental. Y, a propósito de esto, es oportuno enumerar algunos hábitos que deben inculcarse en la juventud, porque servirán a manera de pauta, poniendo de relieve a menudo la gran trascendencia de la higiene general en todos sus aspectos. Uno de ellos es el frotamiento del cuerpo con una toalla húmeda, cuando no se puede disfrutar de un baño. Otro es la costumbre de lavarse las manos antes de cada comida, e inmediatamente después de cualquier acto que altere la pulcritud personal.

Si se quieren inculcar esos hábitos y otros parecidos en la juventud, así como para conseguir que siempre se tenga presente la necesidad de mantener una limpieza escrupulosa, se pueden emplear diversos recursos. El exterminio de moscas, por ejemplo, además de ser un servicio público de gran significación a que deben dedicarse los scouts, tiene también la ventaja de inducir a los muchachos a precaverse contra los microbios, tan pequeños que pueden viajar adheridos a las patas de un insecto, pero tan peligrosos que pueden causar la muerte de cualquier persona.

Alimentos

Entre todos los aspectos de la educación de un niño, hay muy pocos tan importantes como la nutrición; pero muchos padres de familia pecan de ignorancia crasa con respecto a este asunto, y lo mismo se ncta entre los muchachos. Por esto es tan conveniente que todo Jefe de Tropa tenga ciertos conocimientos de bromatología y nutrición. Así le será posible proteger la salud de los muchachos que lo acompañan, y ayudarlos a fortalecer sus energías con eficacia, especialmente cuando están en un campamento.

Los detalles de importancia en este asunto son numerosos; pero sólo es necesario mencionar dos o tres con el fin de recalcar su trascendencia. En cuanto a cantidad se refiere, por ejemplo, un muchacho, entre las edades de trece y quince años, no necesita consumir más de un ochenta por ciento de la ración adecuada para un hombre maduro; pero realmente puede ingerir hasta un ciento cincuenta por ciento, si se le permite hacerlo.

Templanza

La sobriedad es una virtud de capital importancia, tanto en la gente joven como en las personas mayores. Mas, para un muchacho, la moderación de su apetito, en lo relativo a cantidad y en cuanto a la índole de los alimentos, se considera especialmente importante por la práctica de imponerse privaciones a sí mismo. Tal vez nadie ha logrado medir exactamente la capacidad de un muchacho para engullir comida; pero se notará que éste adopta una sobriedad ejemplar si se le muestra un objetivo que justifique su esfuerzo, como la destreza para el atletismo, por ejemplo. Y en esa forma, la templanza se convierte en un detalle de adiestramiento moral y físico al mismo tiempo.

Continencia

Entre todos los aspectos de la educación de un niño, uno de los más importantes y el más difícil es la higiene sexual, en que se hace preciso tomar en cuenta todos los otros detalles en conjunto, relativos al cuerpo, la mentalidad y el carácter de cada individuo en particular, así como muchos relacionados con su ambiente y las costumbres predominantes en su comarca. El Jefe de Tropa debe abordar el asunto con mucho tacto, según sea la índole de cada caso en particular. Los educadores todavía no han encontrado la manera más eficaz de resolver problema tan delicado. Pero este problema es uno que no se puede echar a un lado en lo que respecta a la niñez en general.

Aún existe una fuerte barrera de prejuicios y gazmoñería, en la actitud de muchos padres de familia y gran parte del pueblo en general, oponiéndose al adelanto de modificaciones gradualmente progresivas en ese sentido. Esto hay que reconocerlo, y tratarlo con todo el tacto indispensable. Para los padres de familia, es un deber ocuparse de que sus hijos reciban la instrucción apropiada; pero muchos lo descuidan, y luego inventan excusas para justificarse, ignorando tal vez que su negligencia es rayana en lo criminal.

Al muchacho debe hacérsele comprender que el aseo personal es varonil. Para conseguirlo, es bueno mantenerlo siempre atareado en labores y diversiones edificantes, lo cual se considera como método muy eficaz para ayudarlo a rechazar pensamientos obscenos y hábitos degradantes.

Retiriéndose a esta importante cuestión, un distinguido erudito (el Dr. Allen Warner) ha dicho lo siguiente: "Con frecuencia se ha expresado el temor de que tal enseñanza engendre ciertos hábitos perjudiciales; pero no existe ninguna prueba para demostrar eso, y en cambio la experiencia demuestra que la falta de información conduce al naufragio físico y moral de numerosas vidas humanas."

Estas manifestaciones son irrefutables. El autor de estas líneas puede comprobarlo con datos copiosos, adquiridos durante muchos años de observación personal. La inmoralidad secreta que existe ahora tiene aspectos verdaderamente alarmantes. Y un detalle muy digno de mención es el hecho de que, debido a que se considera como una especie de tabú para la conversación entre adultos y personas menores de edad, el asunto se hace provocativo y tentador, lo cual trae como consecuencia que los jóvenes adquieran generalmente una información errónea, transmitida de unos a otros.

En una obra titulada "Lo que un muchacho debe ser", ("What a Boy should know") los doctores Schofield y Jackson dicen esto: "El desarrollo sexual evoluciona gradualmente; y es un infortunio serio el hecho de que los vicios perjudiciales comienzan y se practican a una edad muy temprana. Recordando el viejo adagio de que andar prevenido es como andar armado, a los niños debe decírseles lo que los aguarda; porque pronto entrarán en el arriesgado período de la pubertad, y no debe permitirse que lleguen a la puericia careciendo de los conocimientos necesarios para enfrentarse a las nuevas dificultades de su desarrollo."

En este asunto, el Jefe de Tropa hallará un amplio campo de acción beneficiosa. Mas primero debe averiguar si el padre del muchacho se opone a que su hijo adquiera las nociones indicadas. Además, le conviene consultar a otras personas que conozcan bien al muchacho; y debe cerciorarse de que él mismo tenga la experiencia y la instrucción suficientes.

Una manera conveniente para emprender su labor es referirse a esta cuestión mientras habla sobre otras, disertando con sencillez y naturalidad, como si desempeñara el papel de un hermano mayor. Algunos Jefes de Tropa tal vez consideren esto muy difícil, si nunca lo han hecho; pero hallarán que se trata de una tarea relativamente fácil que, sin embargo, tiene una importancia inapreciable.

A los niños les interesa una explicación de la forma en que las plantas y los animales se reproducen. Asimismo se descubrirá que mostrarán mucho interés cuando se les informa que cada uno de ellos también lleva en sí el germen de otro ser humano, y que ese germen se le ha transmitido, de padres a hijos, a través de incontables generaciones. Dios le ha confiado ese germen y su deber es conservarlo hasta que contraiga matrimonio, y pueda pasarlo a su esposa para continuar el proceso de la reproducción, antes de lo cual no debe malgastarlo. Olvidar esto es deshonroso y tendrá que rechazar las tentaciones que lo inciten a descuidar la obligación sagrada de custodiar ese tesoro que Dios le ha confiado.

Hablando en términos generales, ésa es una forma bastante adecuada para impartir dichos conocimientos a la juventud; pero recordemos que será necesario tomar en cuenta los diferentes rasgos distintivos de los muchachos, y que cada caso en particular exigirá que se trate la cuestión de una manera distinta. Lo principal, desde luego, es que el Jefe de Tropa consiga granjearse primeramente la confianza del muchacho, y que se establezca entre los dos una relación de fraternidad que les facilite conversar franca y libremente.

Por último, es preciso agregar una breve advertencia para los divulgadores del Escultismo que sean jóvenes y carezcan de experiencia. El hecho de que, por su edad, estén más próximos al muchacho que otras personas mayores no puede considerarse siempre como una ventaja. Esto frecuentemente resulta desventajoso, y es a veces un verdadero peligro. Ciertas manifestaciones publicadas por el autor de estas lineas anteriormente se han interpretado en el sentido de que considera como deber de todo Jefe de Tropa la tarea de instruir a cada uno de sus scouts en los detalles de la higiene sexual. Pero la intención del autor jamás ha sido ésa; pues opina que tal procedimiento a veces podría tender a desquiciar el sistema de la familia. Su verdadera intención ha sido indicar a los Jefes de Tropas que se fijen en este importante aspecto del desarrollo individual, y sugerirles que traten de conseguir que los scouts dirigidos por ellos reciban tal instrucción, de parte de la persona mejor capacitada para darla, en el momento oportuno y en la forma más adecuada. Además, el autor opina que frecuentemente se verá que quien puede hacerlo mejor no es el Jefe de Tropa, sino tal vez el padre de familia, el médico, el director espiritual o alguna otra persona íntimamente relacionada con el muchacho.

Restricciones

Hace algún tiempo, alguien publicó una edición del libro "Escultismo para muchachos" y en ella ordenaba rotundamente que los scouts nunca deben fumar. Esto nos induce a sugerir que se recuerde que por lo general resulta contraproducente ordenar así a los muchachos a que se abstengan de hacer ciertas cosas, pues tal método casi siempre les presenta una tentación fascinante de actuar en sentido contrario. Lo apropiado es aconsejarlos con tacto y positivamente contra los hábitos perjudiciales, o hablarles acerca de éstos calificándolos como necedades o ridiculeces despreciables; y es casi seguro que así se les pueda inducir a evitarlos, especialmente cuando se trata de malas costumbres como el hábito de blasfemar, el vicio de fumar y otros que los jóvenes pueden adquirir con facilidad. Es también conveniente establecer ciertas normas de buen tono, y crear una especie de opinión pública entre los muchachos, en un plano que indique la línea de conducta que deben seguir para aparecer cultos y caballeros ante la sociedad.

Equilibrio

Eso tal vez ha de parecerles a ciertas personas como una manera extraña de enseñar disciplina y vigorizar la salud. Pero la experiencia demuestra que produce buenos resultados.

Probablemente algunos de mis lectores han observado que a veces se incluye como parte de la gimnasia militar, en la forma de inducir a los soldados a que anden por un tablón puesto de canto a una altura de varios palmos sobre el nivel del suelo. Se ha descubierto que, induciéndolos a enfocar su atención en esa prueba de habilidad, adquieren o intensifican la destreza de dominarse a sí mismos y regir sus nervios. Además, el experimento se ha extendido hasta el extremo de haberse visto que un soldado ineficaz en las pruebas de puntería recobra el dominio sobre sí mismo y la facultad de concentración practicando varias veces el ejercicio ese de "andar por el tablón."

Y es un ejercicio que a los muchachos les interesa; mas, para iniciarse en su práctica, deben utilizar un balancín, que podrán hacer fácilmente atando varios bordones, en forma de haz; pues al principio tal vez necesitarán un contrapeso que los ayude a equilibrarse.

Como ya lo he indicado, tales ejercicios fortalecen el carácter; y ésta es una de las razones por las cuales yo deploro la tendencia moderna de anteponer la seguridad a todo lo demás. Pues, para que la vida humana sea vigorosa, se necesita cierta dosis de peligro y para prolongar la existencia, es necesario ejercitar nuestro ánimo, de vez en cuando en la práctica de afrontarse a lo peligroso. Los scouts tienen que prepararse para topar dificultades y peligros en la vida. Por esto debe cuidarse de que su adiestramiento no peque de ser demasiado benigno.

Scouts de extensión

Actualmente numerosos muchachos baldados, sordomudos o ciegos adquieren salud, felicidad y aspiraciones por medio del Escultismo, de una manera en que jamás pudieron hacerlo antes. La mayoría de ellos no pueden pasar por las pruebas reglamentarias, y se les preparan pruebas especiales.

Por lo general, la tarea de orientar y ayudar a estos muchachos desvalidos es una labor muy difícil, que requiere atención y paciencia mucho más intensas que las necesarias en el adistramiento de muchachos normales. Pero el resultado lo justifica. Así lo demuestra sobradamente el testimonio de médicos, enfermeras y maestros (quienes, en su mayoria, no son scouts) con respecto al bien que, por medio del Escultismo, se hace a dichos muchachos, y por ende a los asilos que los albergan.

Mas, lo verdaderamente admirable acerca de esos muchachos es la jovialidad que exteriorizan, y su anhelo de hacer en el Escultismo tanto como es humanamente posible dentro de las circunstancias. Demuestran aversión hacia los privilegios que puedan darles alguna ventaja sobre los demás; y no quieren más pruebas o trato especiales que los que son absolutamente indispensables. El Escultismo los ayuda, dándoles la oportunidad de pertenecer a una fraternidad mundial; proporcionándoles algo que hacer, o hacia lo cual pueden aspirar; presentándoles medios para demostrarse a sí mismos y probar a los demás que pueden hacer cosas que otras personas consideran difíciles.


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