Siempre Scout

Siempre Scout
Aventura hacia la edad viril
Baden-Powell

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1.-

Hombres Valientes
Seleous

SELOUS CAZADO POR LOS MASHUKULUMBWI

Conocí a otro hombre que escapó maravillosamente; él fue Fred Selous, un famoso cazador de elefantes de Sudáfrica. Él había ido con dos cazadores nativos a la región al norte del Zambesi, ahora conocida como Rhodesia del Norte, pero en aquel tiempo (1887), estaba ocupada por una tribu salvaje llamada los Mashukulumbwi.

Él había acampado cerca de uno de sus pueblos donde parecían muy amistosos. En su segunda noche allí, notó que el pueblo estaba demasiado quieto, lo que le hizo entrar en sospechas y permanecer alerta, entonces notó que sus dos muchachos, como los nativos son llamados en Sudáfrica, estaban también incómodos y alerta. Cargó su rifle, se puso los zapatos y les dijo a los muchachos que tiraran arena al fuego del campamento para que no alumbrara al enemigo. Un minuto o dos más tarde, hubo súbitos disparos hechos desde cerca con tres rifles.

Las tres balas que dispararon enfrente, eran indudablemente para Paul, Charlie y para mí; pero por buena suerte, ninguno de nosotros fue herido. Mientras recogía mi rifle que estaba en unas mantas junto a mí; Paul y Charlie brincaron hacia delante. ¡Dentro del pasto!, les dije en Holandés, preparándome para seguirlos.

La descarga de los rifles fue inmediatamente seguida por una nube de jabalinas que pude oír perforando las grandes bolsas de cuero en la que la mayoría de nuestras pertenencias estaban empacadas, y luego muchos Mashukulumbwi nos cayeron encima. Entre nuestro campamento y el pasto alto, había un pequeño espacio de terreno limpio con zurcos irregulares. Crucé éste entre una chusma de mis propios muchachos y los Mashukulumbwi.

Estaba como a diez yardas del pasto alto, de espaldas a el, cuando con un alarido otro grupo de Mashukulumbwi salió para cortar nuestra retirada. Caí de espaldas sobre uno de los zurcos, y dos hombres que salieron del pasto, cayeron sobre mí; uno de ellos pateándome las costillas mientras el otro lo hacía sobre mis piernas. En un instante me levanté y me deslicé hacia el pasto alto, al que llegué ileso y en el que me sentí relativamente a salvo.

Cuando huía en la noche, llegué a un río que tenía que cruzar.

El banco del río tenía una densa capa vegetal y cuando la crucé, me di cuenta que había un alto banco perpendicular que me separaba de la corriente obscura, que yo sabía que estaba llena de cocodrilos. Como el agua parecía onda, me desvestí para no mojar mi ropa, até ésta con mis zapatos en un paquete y los dejé en el banco, luego sosteniendo mi rifle y los dos cinturones en mi mano izquierda, me deslicé hacia el río. El agua, era bastante profunda; pero siendo un experto nadador, no tuve dificultad en cruzar manteniendo mi rifle bien afuera del agua.

Tuve alguna dificultad para subir el banco alto y lodoso del lado opuesto y a la larga pude hacerlo y depositar mi rifle en terreno seco, me deslicé una vez más, volví a cruzar el río, regresando de nuevo con mi ropa. El agua estaba muy fría y temblaba cuando subí el banco.

Uno o dos días después llegó a una aldea nativa donde se refugió, suponiendo que la gente era amistosa, pero no fue así. Le robaron su rifle y tuvo que huir de nuevo. Así caminó siempre, bajo peligro de salvajes, leones, cocodrilos, fiebre y hambre, viviendo de lo que podía robar por la noche de las chozas nativas y de las hortalizas. De esta manera Selous fue hacia el Sur, cruzó el gran río Zambesi caminando más de 100 millas antes de llegar a un refugio seguro.

Esto parecía imposible, ya que estaba solo, sin comida y sin un rifle para cazar en una región salvaje y hostil. Pero él era un buen scout. Se dijo a sí mismo tengo que hacerlo, quitó el im de imposible y puso manos a la obra.

Gracias a su fortaleza de cuerpo y mente y a su valentía, se salvó al final.

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1.-

Hombres Valientes
El Capitán Nesbitt y la Patrulla Mazoe

COMO GANÓ EL CAPITAN NESBITT LA CRUZ VICTORIA

Cuando las tribus Mashona y Matabele se rebelaron contra los colonizadores blancos en Rhodesia del Sur en 1896, algunos hombres empleados de la mina Alice, con sus esposas e hijos, estaban sitiados por nativos sedientos de sangre. Se las arreglaron para mandar un telegrama al pueblo de Salisbury, a 30 millas de distancia. Cuando el telegrama llegó la gente estaba esperando un inminente ataque de los Matabeles y Mashonas. Sin embargo, se pidieron voluntarios para tratar de rescatar a los sitiados de la Mina Alice. No se disponía de muchos hombres para no debilitar la guarnición pero el Capitán Nesbitt se ofreció con doce hombres bien motados para hacer todo lo que pudieran. En la llanura, la primera porción de la jornada, el enemigo no se atrevió a molestarlos hasta que se toparon con el mensajero negro con una carta de los sitiados.

El capitán Nesbitt leyó a sus hombres el mensaje que decía: se necesitan no menos de 50 hombres con una ametralladora. El regreso a Salisbury a reunir los 38 faltantes, les llevaría un tiempo precioso. Se necesitaba una resolución heróica. Nesbitt la tomó diciendo a sus hombres que él proseguiría.

Estos valientes soldados no necesitaron más, decidieron seguir y fueron adelante.

Cuando llegaron a una zona arbolada, se encontraron con la resistencia enemiga, pero la acción determinada de su parte, allanó el camino, a pesar de dos pérdidas, un herido y un hombre sin cabalgadura los que valiéndose de las sombras de la noche, regresaron a Salisbury donde relataron la resistencia enemiga y la muy probable pérdida de toda la patrulla.

Naturalmente la depresión y la pena minaron el espíritu de los habitantes de Salisbury ya que pensaron que no sólo perdían la patrulla sino a los del grupo de la mina Alice.

A media noche del día siguiente la gente se despertó oyendo un raro alarido de los vigías que estaban en las afueras del pueblo. Cundía la alarma de que los Matabeles atacaban, pero no fue eso, el ruido provenía de los hombres que trataban de vitorear cuando tenían el corazón y la garganta hechos nudo. Una extraña procesión avanzaba hacia la plaza. Una carreta jalada por una mezcla de mulas y caballos con sus lados blindados con hojas de acero, estaba llena de mujeres, niños y hombres heridos que escapaban de las garras de la muerte.

Venía escoltada por el resto de la patrullas algunos montados y otros a pie porque habían cedido sus caballos para reemplazar las mulas muertas. Durante millas habían caminado por el camino, bajo las balas y las amenazas en cada recodo, hechas por hordas de enemigos que no pudieron con estos hombres desesperados, cuyo fuego había causado tantas bajas entre ellos. Así, cansados y débiles, con tan pocas esperanzas de sobrevivir, estos hombres obstinadamente se habían apegado a nunca decir me muero, intentaron traer a las mujeres y camaradas, aunque esto significara enfrentarse a lo imposible. Con la inspiración de su magnífico líder, hicieron lo imposible. Por ello se le concedió La Cruz Victoria que había sido ganada, sin duda, por cada uno de los hombres de la patrulla Masie.

CAZADO POR LOS INDIOS.

En la revista Deislayec se narra la historia de un hombre blanco que escapaba de una horda de Pieles Rojas Urones que lo perseguían en el bosque. Su única oportunidad era seguir corriendo en línea recta. Si alguna vez se paraba o volteaba, permitiría a sus perseguidores acercarse y capturarlo. El terreno era en buena parte sinuoso, de manera que cuesta arriba él iba en diagonal caminando parte del tiempo para ahorrar energías, y después de cruzar la cima corría hacia abajo al extremo opuesto.

Pero los frecuentes cerros y el constante acoso de los Urones que avanzaban a pasos agigantados, lo mantenían en una lucha constante. Más adelante una mayor altura seguida de un hondo valle, al que a su vez seguía otra colina, lo invitó a hacer una jugarreta a sus perseguidores, lo que le dio cinco minutos muy divertidos. Al llegar al tope del cerro, encontró un árbol caído que atravesaba su camino, lo brincó con un grito y aspavientos a sus perseguidores como si hubiera encontrado una posibilidad de escapar, por el valle delante de él. Pero en lugar de ir colina abajo, se regresó y se acurrucó bajo el tronco del árbol cubriéndose con las ramas y el pasto de manera que quedó completamente oculto.

Uno por uno subieron sus enemigos, brincaron sobre el tronco y bajaron corriendo donde sus huellas mostraban que había brincado en dirección del valle. En una larga fila, algunos muy retrasados, jadeando de cansancio, seguían hacia abajo entre las matas con dirección al valle.

Después de los primeros, ninguno se detuvo para buscar al fugitivo, imaginándose que por supuesto, los que iban a la cabeza lo seguían; y estos cuando se dieron cuenta de su equivocación, no pudieron seguir el rastro de donde lo habían perdido, porque sus camaradas habían pisoteado el suelo tanto que borraron todo indicio del fugitivo y lo único que pudieron hacer fue buscar más y más adelante hasta cansarse.


Guerrero Matabele

El explorador estaba recostado y recuperó el aliento hasta contar 40 indios que pasaron muy cerca de él. Cuando no vio más salió cuidadosamente y arrastrándose tomó una nueva dirección pudiendo así escapar.

Escape de los Zulúes

Conozco un caso similar en Zululandia, donde tres comerciantes blancos fueron atacados por los Zulúes. Uno que estaba enfermo en la carreta, fue muerto de inmediato. Los otros dos escaparon con sus rifles dentro del pasto, que se extendía por millas a la redonda, a una altura de dos o tres pies. Corrieron tanto como pudieron, porque uno estaba herido, hasta que fueron atacados; entonces ambos se tiraron al suelo y esperaron a sus perseguidores con los rifles listos.

Los Zulúes se habían formado y venían en una larga hilera. Cuando los jefes se acercaron, los dos hombres se hincaron y dispararon, cada uno mató a un Zulú. Rápidamente cargaron y cada uno disparó matando a otro. El resto de los Zulúes, viendo a cuatro de sus jefes muertos en unos cuantos segundos, se detuvieron y los hombres blancos hundiéndose en el pasto, se arrastraron silenciosamente. Fuera del lugar y después de adelantar un poco y de tomar aliento, se levantaron y corrieron otra vez.

Por supuesto que los Zulúes los siguieron dando alaridos. Pero cuando se cansaron, los perseguidores volvieron a hundirse en el pasto, pero en lugar de quedarse quietos esta vez, se arrastraron hacia los Zulúes.

Estos habiendo marcado el sitio donde los hombres habían desaparecido, corrieron para alcanzarlos, cuando para su sorpresa, les salieron al encuentro mucho más cerca de lo que esperaban, de nuevo los hombres blancos hicieron hablar a sus rifles desde donde no podían fallar, haciendo a cuatro Zulúes más morder el polvo, entonces el resto, corrió a ponerse fuera del alcance de los tiradores ocultos.

Después de esto los fugitivos la pasaron bien. Los Zulúes los seguían, es cierto, pero cuando querían se metían al pasto, los Zulúes se detenían también y trataban de rodearlos, pero como siempre cambiaban de posición en el pasto, el enemigo no sabía donde encontrarlos y cuando un Zulú trataba de ponerse detrás de ellos, se topaba con un rifle y no vivía para contarlo. Los hombres blancos los entretuvieron así hasta que cayó la noche y entonces escaparon en la oscuridad, logrando llegar a nuestro campamento al siguiente día.

Uno de estos hombres tenía una fea herida en la pantorrilla, hecha por un gran clavo mohoso que uno de los Zulúes había usado como proyectil para su rifle. Era una tremenda herida, la recuerdo bien porque no habiendo doctor en el campamento, muchos de nosotros tuvimos que curarlo.

(Scouts, ustedes saben que tienen que aprender en los tiempos de paz, como atender a los heridos o enfermos, para saber qué hacer en un caso así).

UN VALIENTE ORDENANZA

Hace más de 30 años algunos de nosotros estuvimos sitiados en Mafeking por los Boers. La Guerra Sudafricana ocurrió mucho antes de que ustedes los Scouts de hoy nacieran.

No voy a contarles toda la historia de ella, somos ahora buenos amigos de los Boers y es mejor olvidar los días en que peleábamos uno contra otro. Sólo quiero contarles un incidente de esa guerra que creo que les interesará.

Una noche los Boers atacaron Mafeking y un buen número de ellos rompió nuestra defensa y entró en un viejo fuerte en la mitad de la plaza; cuando amaneció los rodeamos de tal manera que no podían salir y atacarnos, ni retirarse. Había un gran tiroteo en la plaza y los Boers, con valentía, contestaban nuestro fuego siempre que podían. La oportunidad llegó para un hombre. Este hombre era mi ordenanza. Un ordenanza deben saber, es un hombre que cabalga junto a un oficial, toma sus recados, cuida su caballo y está listo para defenderlo y ayudarlo siempre.

Cuando el fuego estaba en su apogeo entre nuestros hombres y los Boers, mi ordenanza fue visto cabalgando, hacia la posición Boer. Él agitaba un pañuelo blanco indicando que iba en misión de paz, sin embargo, le dispararon, él continuó avanzando aún cuando las balas zumbaban a su alrededor, levantando el polvo.

El ordenanza siguió y repentinamente su caballo cayó muerto. El ordenanza se levantó y en vez de parapetarse con el caballo, como podía haber hecho, siguió adelante a pie. Siguió adelante hacia el enemigo que le disparaba. Y a pesar de que se trataba de un hombre solitario que avanzaba hacia ellos siguieron disparándole hasta que cayó herido.

Dos de nuestros hombres salieron de un parapeto cercano y lo llevaron apresuradamente detrás de un edificio, para protegerlo. Pero él estaba mortalmente herido y mientras se le escapaba la vida dijo a sus salvadores: Díganle al coronel que traté de llevar su mensaje a los Boers, pero que me hirieron antes de llegar ahí.

¡TU DEBER!

No le había dado ningún mensaje de llevar y es hasta la fecha un misterio qué mensaje llevaba y quién se lo dio.

Lo que sabemos es que este valiente camarada recibió de alguien lo que entendió como una orden de salir hacia el campo enemigo y ahí fue.

Él sabía que podrían herirlo o matarlo pero también que era su DEBER cumplir órdenes sin importar el riesgo. Por eso fue.

Él tuvo un consuelo, que le hizo aceptar la muerte fácilmente, LO HIZO LO MEJOR QUE PUDO y nadie puede hacer más que eso.

En la Gran Guerra miles, no, cientos de miles de hombres, hicieron lo mismo, se sobrepusieron al miedo y fueron hacia la muerte, simplemente porque era su deber.

Si tus padres o hermanos mayores pudieron hacer eso y sacrificar sus vidas, ustedes muchachos y muchachas seguramente pueden seguir su ejemplo de un modo más sencillo y renunciar, si no a sus vidas, cuando menos a alguna parte de su tiempo y juegos para cumplir con su deber.

Piensen cuál es su deber en la vida y decídanse en memoria de los caídos, a hacerlo.

Los Scouts y Guías, saben cuál es su deber, al ingresar al Movimiento hacen una Promesa de hacer lo mejor y, ¡la cumplen! Su deber principal es hacer BUENAS ACCIONES diarias, esto es, ayudar a papá y mamá en la casa y a cualquier otra persona cuando haya oportunidad.

Algunos otros, además de los Scouts, pueden cumplir con su deber del mismo modo y yo espero que todos los que leen este libro empiecen a hacer buenas acciones a los demás y sigan haciéndolas siempre recordando a los hombres que hicieron la gran buena acción de dar su vida por ti durante la Gran Guerra.

UN ACERTIJO

Se cuenta una historia de la guerra Matabele, donde dos scouts que habían ido en misión de reconocimiento, regresaban con información muy importante, cuando al pasar cerca del enemigo hirieron gravemente a uno de ellos en la cadera y mataron a su caballo. Su amigo inmediatamente desmontó, lo subió a su propio caballo, se subió y se alejó ante el enemigo. Pronto se encontró completamente alejado de su batallón e incapaz de galopar con su caballo por el peso del hombre herido. Tuvo que dar un gran rodeo hasta que cayó la noche, esperando que en la oscuridad pudiera volver al batallón pero una o dos veces durante la noche encontró que el enemigo todavía lo buscaba, teniendo que alejarse cada vez más. Mientras tanto su amigo sufría enormemente, perdía el conocimiento, tenía grandes dolores y en sus momentos de lucidez, le rogaba a su salvador que lo dejara morir, o mejor que le diera un tiro para terminar su agonía, ya que no tenía esperazas de sobrevivir y su peso sobre el caballo haría que ambos cayeran en manos enemigas.

Esto es un acertijo: ¿Qué habrías hecho tú si hubieras sido el salvador?

Durante mucho tiempo el salvador no tomó en cuenta la sugerencia del herido; pero al final cuando tomó un descanso tuvo tiempo para pensar en qué le gustaría hacer y en qué era su DEBER hacer. A él le gustaría salvar a su amigo si es posible; pero al salvarlo no cumpliría con su deber de regresar al batallón tan pronto como fuera posible con la información que traía. Finalmente llegó a la conclusión de poner fin a la agonía de su amigo dándole un tiro, haciendo de esto su deber para un número mayor de hombres llevando la información, por eso fue que finalmente lo hizo. Su único consuelo fue que en el momento de disparar sobre su amigo, una horda de salvajes se le acercaron de todos lados y apenas pudo galopar sin ser alcanzado, si él hubiera tratado de salvar a su amigo, ambos hubieran muerto y el mensaje nunca hubiera llegado al ejército.

Sé leal con tus amigos, pero al mismo tiempo nunca seas desleal a tu deber. Esto puede frecuentemente ponerte en un dilema; pero la manera de resolverlo si tienes alguna duda, es poner tu DEBER primero y cumplirlo.

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