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Siempre Scout
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Me desperté una bella mañana, para darme cuenta que nuestro barco navegaba en un mar calmado entre numerosas islas pequeñas. En la mañana temprano se veían muy quebradas, negras y desoladas, pero cuando salió el sol, entramos a una bahía ampliamente extendida en la que hay casas de techos rojos y paredes blancas y que termina a la izquierda en una alta montaña.
Toda la escena le recuerda a uno la bahía de Nápoles al revés, con el Vesubio a la izquierda, en lugar de la derecha. Entonces giramos al rededor de la isla del "Vesubio", localmente conocida como Rangitoto, y entramos al precioso gran puesto de Auckland. A nuestra derecha la ciudad de Devonport, en donde estaban varios barcos grises de guerra, de la armada de Nueva Zelandia, y a la izquierda de yates blancos y lanchas que estaban en tierra anclados como una gran parvada de gaviotas de mar descansando en el agua. Buques de vapor y de línea en los muelles y en la parte posterior, la gran ciudad de Auckland respaldada por altas colinas.
La colina que está inmediatamente detrás del parque es la bellamente arbolada "Domain" o parque público, y está coronada por un gran edificio de columnas que es el Museo Nacional y el Monumento Conmemorativo de la Guerra.
En la noche de nuestra llegada, vimos una maravillosa reunión de scouts y lobatos de Auckland. Ésta se realizó en el estadio brillantemente iluminado con potentes luces. Estaban presentes dos mil muchachos, y entre ellos un grupo de nativos Maoris.
Danzando un solo
Estaban vestidos con vestidos nativos de faldones largos y otros pequeños, y nos dieron un espléndido "Hakas" que son cantos de guerra en acción. Un muchachito entre ellos, era especialmente bueno y bailó un solo, torciendo el cuerpo alrededor y haciendo, todo el tiempo, horribles caras. Esto es lo que hacen en la mayoría de sus danzas; ellos realizan acciones furiosas y hacen las más horribles muecas, aparentemente tratando de lamer sus orejas con la lengua.
Los scouts y los lobatos hicieron varias representaciones, pero una de los scouts fue muy impresionante. Las tropas estaban formadas en amplio círculo alrededor del área. Cada tropa puso una tienda, esto se hizo en la obscuridad. Cuando sonó la diana, apareció una luz en cada tienda; a la siguiente llamada, un fuego humeante fue prendido fuera de cada tienda, y la tropa danzó en torno a él. A la siguiente, cada jefe de tropa prendió una antorcha, y ellos desfilaron despacio hacia el centro, en donde yo estaba de pie en una plataforma, hasta que formaron un alegre círculo a mi alrededor. Entonces los scouts encargados, encendieron sus luces. Todo esto hizo un muy bonito espectáculo.
De Auckland, por carro, fuimos a un lugar llamado Waitomo, a unas noventa millas al sur. Muchos de los lugares, villas y otros en el campo han conservado su nombre Maori, aunque en algunos casos tienen nombre en inglés. Entre otras villas que pasamos, una que tenía el nombre de Newcastle, ahora es Ngaruawahia (pronúncialo si puedes).
Pasamos otros con tales nombres como Pappatoetoe, Horahora, Okoiore y Pukekohe, suficiente para romperle a uno la quijada, pero éstos le recuerdan a uno que solamente hace sesenta años, la mayor parte del país estaba con bosques y salvajes habitantes de las tribus Maori.
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Pasamos por varios lugares que fueron escenarios de la lucha entre los
Maoris y las tropas británicas, en las guerras Maoris de 1863. En
un lugar, cerca de Mercer, los Maoris estaban en una posición fuerte,
en una colina con el torrente Mangatawhiri al frente de ellos. Cuando el
comandante británico estaba preparado para atacar, un viejo jefe Maori
llamado Eru Patune, le urgió de manera amigable que no atacara; le
dijo: "Si tú cruzas el torrente, Dios se burlará de nosotros
dos, pero si los Waikatos (el enemigo) lo cruzan, estaremos en lo correcto".
Sin embargo el general no hizo caso de esta advertencia, sino que cruzó
el torrente, atacó la posición y la tomó.
Nuestro camino a Auckland nos llevó a campo abierto, mayormente por pastizales quemados por una prolongada sequía. El terreno estaba lleno de pequeñas granjas a lo largo de millas. Era difícil pensar que solamente hace sesenta años, todo esto eran forestas y selva, y las tropas británicas estaban luchando para proteger los establecimientos. Hoy en día, los Maoris son buenos amigos de los británicos, y son leales súbditos del Rey Jorge. Al alejarnos de Auckland subiendo las colinas, el pasto se volvía más verde y la vista de las colinas y los valles distantes era preciosa. Los setos y los árboles lo hacían verse muy similar a algunas partes de Inglaterra, especialmente a Cumberland y Gales. ¡Precioso! |
Las granjas son, casi todas, granjas lecheras que fabrican mantequilla y queso para exportar a Inglaterra y a otros lugares. Es motivo de alegría el ver a buenos granjeros ingleses trabajando en el campo y a sus hijos dirigiéndose a la escuela de la misma manera que lo hacen en casa. Es difícil pensar que estamos a miles de millas de distancia, en el lado opuesto del mundo, sin embargo en el Imperio Británico.
No todos los pueblos tienen nombres Maoris. Pasamos por Huntly, no muy parecido a su homónimo en Escocia. Tomamos té en Hamilton, un precioso pueblo con amables jardines que bajan al río Waitaki. Ésta es la sexta ciudad que tiene este nombre, que haya visitado; los otros están en Escocia, Bermuda, Victoria, Australia, Ontario (Canadá) y Tasmania (hay la oportunidad, para ustedes scouts de Escocia, de escribir a sus hermanos scouts en esas otras ciudades y hacerse amigos de ellos).
Waitomo es un gracioso lugar, hay una pequeña tienda, una oficina de correos y un bonito hotel en un pequeño valle entre una mezcla de colinas cubiertas, como nunca la había atravesado. Bosques y helechos más altos que un hombre, árboles de helechos en conjuntos y también árboles más altos, y junto a nosotros, tan cerca como pueden estar y unidos unos a los otros en el suelo, siempre scout, arbustos que trepan. Si esto fuera en cualquier otra parte no te hubiera gustado sumergirte en tal maleza, profunda jungla húmeda; estaría llena de bestias y especialmente víboras. Pero aquí está con el sentimiento de una libertad gozosa de que uno puede atreverse a arrojarse en ella, ya que en Nueva Zelandia no hay serpientes.
Había aquí jabalíes hasta hace pocos años, y eran ansiosamente cazados por los Maoris con perros de caza y lanceros. Un día un Maori iba siguiendo un jabalí en este tupido pastizal, cuando la bestia corrió a una pequeña grieta de cara a un risco, y el cazador al buscarlo, encontró que era la entrada de una vasta y profunda cueva.
Yo fui a verla y es verdaderamente un lugar bellísimo. Es angosto, pero de quince pies de ancho, cincuenta de alto y de casi un cuarto de milla de profundidad. Sus muros y el techo son una masa de estalactitas, o lo que es lo mismo, largas velas como ceras que cuelgan, miles y miles de todas las figuras y tamaños, generalmente de color blanco trasparente, cuando les pega la luz por detrás.
Una estalactita, como probablemente lo sabes, se forma por agua que gotea del techo de una caverna y que deja pequeños granos de piedra calcárea al gotear el suelo. Al caer deja más diminutos granos. Con el correr del tiempo, estos granos hacen una especie de piedra que parece vela que cuelga que se llama estalactita, y forma también un pináculo correspondiente que la encuentra, que va desde el suelo. Ésta es llamada estalagmita. Toma un gran tiempo el que se formen esos pares. Se dice que es probable que una estalactita tome cientos de años para crecer una pulgada. Una que vi hoy, tenía 15 pies y 6 pulgadas de largo. Ponte a hacer la cuenta, si quieres, qué tan antigua sea ésta.
Después de salir de las famosas estalactitas de Waitomo, tuvimos la sorpresa de nuestra vida. Caminamos a otra cueva de cuarenta y seis pies de altura, llena totalmente de estalactitas. (Le preguntamos a nuestro guía cómo sabía que tenía exactamente esa altura, y nos explicó cómo la había medido. Tomó un largo pedazo de cuerda y ató el extremo a una bola de arcilla; esta bola la arrojó al techo para que se fijara allí y dejara la cuerda colgando hasta el suelo. Tiró de la cuerda y la midió. ¡Muy fácil!)
Después de caminar muchos pasos llegamos a un río subterráneo. Aquí nos embarcamos en una lancha, pero teníamos que ir en profundo silencio, de otra manera no podríamos haber visto nada; los gusanos luminosos no soportan a la gente que habla, y dejan de brillar inmediatamente cuando hay un ruido. Apagamos nuestras lámparas y empezamos a deslizamos en la obscuridad.
Pero no había obscuridad. Nos podíamos ver unos a los otros, porque en lo alto brillaba una gran masa de millones de estrellas en todo el techo de la caverna, unas junto a las otras, tan junto como podían estar.
La lancha fue tirada a lo largo de una cuerda fijada para esta finalidad, y nos maravillamos a lo largo de esta fantástica gruta con su iluminación de arriba, reflejada en la silenciosa agua obscura, así que parecía que miríadas de diamantes estuvieran brillando arriba y abajo de nosotros. Bien, no pudimos ver otra, ya que con la excepción de una caverna más pequeña en Nueva Zelandia, no hay otra semejante en el mundo.
Estos gusanos luminosos son muy distintos de los otros gusanos luminosos y las moscas de fuego. Son unos pequeños gusanos blancuzcos, de una pulgada de largo, y tienen cuerpos transparentes; cada uno tiene una luz en su cola que puede prender o apagar a su gusto. Ellos comen pequeños jejenes y mosquitos.
Cada gusano luminoso vive en una especie de hamaca que fabrica por sí mismo, a partir de un jugo pegajoso que segrega de su boca y la fija en el techo de la caverna. De su hamaca deja caer un grupo de hilos pegajosos de la misma substancia, hilos de seis a ocho pulgadas de largo, y a veces tan largas como dos pies. Ellos ponen entre quince o veinte hilos que cuelgan unos junto a otros, como un delicado fleco, bajo su hamaca.
Los jejenes como otras moscas van tras la luz cuando la ven, por lo que vienen volando a sus lámparas y chocan contra uno de estos hilos y se pegan. No se pueden ir aunque hagan la lucha. Y el señor gusano luminoso succiona ese hilo en especial a su boca y con el jején atrapado. Ellos comen como dos jejenes a la semana. Debe ser entretenido para ellos, ya que es como pescar.
Los gusanos luminosos viven solamente tres meses, más o menos, pero debe ser muy agradable estar en una hamaca nada más pescando. Al final de este tiempo se convierten en crisálidas, así que succionan todas sus cuerdas y envuelven su hamaca y dejan un extremo de ella en el techo, allí se duermen durante algunos días. En esos pocos días se realiza un milagro y sale de su cubierta de crisálida convertida en una pequeña mosca brillante, con las alas y las piernas completas. Entonces la mosca va en busca de otras moscas semejantes. Esta mosca dama pone sus huevos en el fango del torrente, y estos huevos poco a poco crecen para convertirse en un gusano de luz alimentándose de los jugos del fango, hasta estar de tal edad para trepar las paredes de la caverna, y empezar a pescar como su padre.
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