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Siempre Scout
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Viajando en carro de Rotorua y Taupo, por unas cincuenta y cinco millas, pasamos por un largo valle que parecía no tener fin, con montañas quebradas a lo largo de millas y pasaba por plantaciones hechas por el Departamento de Bosques. Después, en el más abierto lugar campestre, pasamos por numerosos ranchos pequeños que constaban, tal vez, de diez acres y una o dos vacas.
Estos ranchos se les conoce localmente como "Caw Cockies"1. Estos son manejados de tal manera que puedan dar de comer a uno mismo y a la familia con lo que pueda crecer en el rancho, y envían la leche a la fábrica de mantequilla más cercana para ganar un poco de dinero. Por lo que en sus limpios bungalows de madera, en este claro y soleado paraje, viven una vida feliz y de trabajo duro.
Es un lugar muy asoleado, por lo que vi a un granjero haciendo un poco de trabajo vestido de manera muy sencilla: un sombrero y unos pantalones cortos. Su color era tan obscuro por el sol que quema que, a primera vista, lo tomé como un Maori. ¡Pero qué saludable y feliz se veía!, desde luego tenía que trabajar, y muy duro, para hacer su trabajo exitoso. Pero cuando uno está bien y sano en un clima glorioso, con aire caliente como el de Nueva Zelandia, se disfruta del trabajo.
En un día encontré aquí a tres boy scouts de Inglaterra. Ellos vinieron a Nueva Zelandia en tiempos diferentes antes de la guerra, con muy poco dinero para empezar, pero cada uno de ellos ha hecho mucho, de una u otra forma. Uno fue contratado como ayudante en una granja de borregos el día después que desembarcó; se le dijo que tenía que limpiar el corral de las ovejas, pero se le advirtió que se pusiera un viejo traje de trabajo, antes de hacerlo. Él dijo que el traje de tela inglesa que tenía puesto, que parecía en ultramar muy elegante para ese trabajo, era su traje diario de trabajo.
Él inició el trabajo que era muy sucio y se entregó a éste, por lo que cuando vino el inspector, en la tarde, exclamó: "Yo no te pedí que lo pulieras". Muy pronto ese muchacho fue promovido al puesto de asistente del encargado.
Una cosa que te choca como raro, cuando visitas por primera vez Nueva Zelandia, es que no hay casas de campo o casas grandes como las que conocemos en Inglaterra. En su lugar hay pequeños bungalows limpios, de un piso, que aparecen como hogares confortables con jardines arreglados y brillantes. Y todos ellos están construidos de madera. Una razón para eso es que los edificios de madera son los más seguros en caso de temblores.
Les dije que Nueva Zelandia no tiene víboras, pero algunas veces tiene temblores.
Tal vez recuerdes, que hace cuatro años la ciudad de Naipe fue destruida por un temblor. (Un scouter y dos scouts fueron muertos, los demás scouts ganaron una buena reputación debido a la ayuda prestada a los cientos de damnificados y a los miles de personas que perdieron su casa debido al temblor).
El otro día pasamos por Naipe y no había nada que manifestara que hace cuatro años, la ciudad era una masa de ruinas. Es otra vez una elegante ciudad, con su gran explanada que ve al mar, pero lo que era el gran puerto en tierra, es ahora un plano abierto en el que está el aeródromo. El temblor levantó toda la superficie de la tierra, por lo que el suelo de lo que fue el puerto es ahora tierra seca.
Cuando estábamos en Taupo nos despertó, a las dos de la mañana, el sentimiento de que algo estaba sacudiendo nuestras camas y había un sonido como si el tren subterráneo estuviera pasando. Era una pequeña sacudida de un temblor.
En el camino de Taupo a Napier pasamos por un precioso campo de colinas quebradas y montañas. El camino iba sobre empinadas subidas y horrendas cortadas que ponen los pelos de punta. Al acercarnos a la cumbre de una cordillera, era tremendo ver el camino recorrido abajo de nosotros, siempre scout, pero lo más pavoroso fue darnos cuenta que las laderas de las montañas, por todas partes, estaban cicatrizadas con pelados remiendos que se hicieron por la quebrantación de los temblores y que fueron arrojados por los deslizamientos del terreno.
Al ver esto en todas partes, uno se puede figurar qué terrible fue cuando se cayeron los árboles y las casas, y cuando las mismas montañas se rompen y arrojan avalanchas de tierra y piedras, entre nubes de polvo.
Mientras escribo esto, estoy sentado en un risco en el costado de una de estas grandes montañas que proyecta su cabeza nevada sobre mí, en todos los sentidos.
Al frente y abajo de mí corre un amplio valle, que se llena de lado a lado con vastos manchones de hielo, no de la clase de hielo que conocen ustedes en casa, sino de una masa de grandes pedazos, con ondulaciones y paredes de hielo. Es un glaciar o un río congelado, de una milla de ancho y de veinte millas de largo desde donde comienza, mezclado con la nieve eterna de su boca, en la que hay bloques de rocas, y se derrite en un gran río.
Un camino para poner los pelos de punta en Nueva
Zelandia
Puedo ver tres pequeñas manchas, a dos millas, en el glaciar. Son mis dos hijas escalando la montaña con su guía. Vestidas de pantalones gruesos, polainas y botas pesadas con fierros para escalar, armadas con hachas para cortar escalones en el hielo, con anteojos obscuros para obscurecer el reflejo de la nieve, ellas disfrutaban la alegría de escalar sobre esos grandes despeñaderos y ver en las grietas profundas y hendiduras, a través de las que se filtra la luz de color azul obscuro.
Pero yo lo tomaba con tranquilidad, estaba sentado en mi risco, clavando la vista en el torrente congelado y poderosamente fuerte. Hay en el aire un rugido fijo semejante al estrépito del tráfico de Londres, como lo oyes sentado en Hyde Park.
El rugido es el sonido producido por esa masa de hielo, lentamente quebrando su camino entre las rocas y piedras por debajo de él. Viéndolo y estando de pie en él no percibes el movimiento, sin embargo se mueve. En el lugar en el que estoy, la masa se mueve, tal vez seis pulgadas por día, pero en la parte de arriba, cerca del nacimiento, se debe mover muchos pies.
Fluye como un gran río, y las líneas de su corriente se ven en la superficie como rayas y fallas en el hielo. Cuando la corriente ha fluido al rededor de la montaña, el remolino embiste a través del lado opuesto del valle y allí se amontona contra el lado de la montaña, antes de empujar a una nueva dirección. Entonces viene a través de una colina de rocas abajo de él y hace una especie de cascada del otro lado. Se comporta como lo hace una corriente bajando por el lecho del río, la diferencia es que se trata de un bloque sólido de hielo.
Al llegar al lugar más tibio del otro lado del glaciar, éste se derrite y corre como un gran río de agua, que con otros arroyos de la montaña llega a ser un gran río.
La desembocadura es un lugar fantástico para ser visto, una gran caverna que parece un domo de roca. Pero que es en realidad un domo de hielo muy antiguo que generalmente está incrustado de lodo y polvo hasta parecer tierra sólida. En algunos lugares el hielo se quiebra y el interior de la cueva es todo de hielo sólido, con maravillosas sombras azules en él. No es seguro el aventurarse en el interior de la cueva, ya que grandes pedazos de hielo continuamente caen del techo para fundirse y formar el cauce que corre al río Waiho.
Toda la escena, la nieve en la cumbre de las montañas y el glaciar entre la belleza del bosque, es algo que nunca olvidaré.
En la iglesia que está aquí, la ventana oriente en lugar de tener un vitral con figuras sagradas, es un pedazo de vidrio plano desde el que se ven las montañas y el glaciar, con árboles de helechos próximos al frente, como un ejemplo de la grandeza y la belleza que Dios ha dejado para que lo veamos en este mundo.
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